Justicia y amor por fin reconciliadas | Isabelle Pypaert Perrin

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Isabelle Pypaert Perrin

Mensaje de Isabelle Pypaert Perrin, Delegada General del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, 17 de octubre de 2017

 

¿Qué sentido tiene la vida si, cerca de nosotros, otros mueren en la indiferencia?
¿Qué sentido tiene la vida si hay niñas y niños que no se permiten soñar, llegando incluso a decir: “No tengo sueños, no sirve para nada, sé que nunca se van a cumplir”?.
¿Qué sentido tiene la vida cuando hay madres que tienen que preguntarse: “Si, como ellos quieren, entrego a los servicios sociales el niño del que estoy embarazada, ¿me dejarán al menos asegurar la felicidad del que está en edad escolar?. ¿O a este también se lo llevarán?”.

¿Qué sentido tiene la vida cuando se excluye a los jóvenes de nuestros programas sociales y educativos porque se tiene miedo de ellos, porque nadie espera nada bueno, ni de ellos, ni de sus familias?

¿Qué sentido tiene la vida, cuando quienes luchan por la justicia hablan en nombre de los pobres, sin tan siquiera encontrarlos?

Y qué sentido tenía la vida para Joseph Wresinski, ese niño nacido en situación de miseria que, cuando se hizo hombre, nos reunió el 17 de octubre, hace ahora exactamente 30 años, y que daba testimonio de “esos millones, de niños, mujeres y padres muertos por la miseria y el hambre”, de “esos pobres de todos los tiempos, y aún de hoy, huyendo por los caminos, fugitivos de un lugar a otro, despreciados y deshonrados”, de “esos millones de jóvenes que sin razón para creer o existir buscan en vano un porvenir en este mundo insensato”.
¿En qué dirección nos impulsó a actuar para que el mundo recobrara el sentido?

Este mundo, donde la búsqueda desenfrenada de seguridad por parte de quienes poseen refuerza la inseguridad de quienes carecen de todo.

Siguiendo sus pasos, miles de mujeres, de hombres, de jóvenes y de niñas y niños en el mundo entero, como nosotros hoy, han rechazado la culpabilidad, la fatalidad de la miseria y que se desperdicie su inteligencia.
Se atreven a provocar el encuentro entre quienes no pertenecen a su mundo, ni habitualmente acuden a las mismas escuelas, ni han recibido la misma educación.

Encuentros de corazón, de manos, de inteligencias.

Encuentros considerados hasta entonces como algo imposible.

Que tienen lugar tanto en barrios donde se vive con miedo como en torres de marfil y lugares sobreprotegidos.

Entre quienes mueren de inutilidad y quienes tienen siempre demasiado trabajo.

Entre las personas más humildes y las personas que ocupan los más altos cargos de este mundo.

Encuentros para defender los derechos de quienes no tienen ningún lugar donde ir más que a lugares donde nadie querría tener que criar a sus hijas e hijos.

Al generar estos encuentros inesperados, descubren juntas el orgullo de poder reconocerse de una misma humanidad, de ser capaces de realizar insospechadas transformaciones portadoras de esperanza para conseguir un mundo liberado de la miseria. Siembran la esperanza de nuevos encuentros.

Responden así al cuestionamiento formulado por el padre Joseph Wresinski durante el encuentro de defensoras y defensores de los derechos humanos del 17 de octubre de 1987, e invitan aún hoy a cada uno de nosotros a responder a su pregunta:

  • “Y ustedes, ¿serán los iniciadores de este nuevo camino donde la justicia prevalecerá sobre el beneficio y la explotación, la paz sobre la guerra,
  • donde la justicia y el amor, por fin, estén reconciliados?”.

Sí, es hora de atrevernos a continuar estos encuentros, el 17 de octubre y todos los días.