Solidaridad, cuidado mutuo y resiliencia

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Pintura ©Guillermo Diaz2020


Los invisibles

«Esta crisisdice Martha Calizaya desde El Alto en Bolivia nos lleva a repensar a dónde estamos llevando nuestras vidas como seres humanos».

La pandemia del covid-19 ha puesto de manifiesto las desigualdades, el olvido y el maltrato que sufren las personas más pobres a lo largo de los siglos. Millones se han quedado sin recursos económicos para afrontar los gastos cotidianos de alquiler, luz, agua… y para alimentarse. Además, las ayudas materiales propuestas por algunos gobiernos no llegan a todos y hay muchos que no tienen siquiera documentación con la que tener una existencia oficial y acceder a sus derechos fundamentales. La crisis golpea con crudeza a las personas abandonadas, a las que se quedan atrás, a las que siguen siendo olvidadas… personas invisibles para la sociedad.

  • «Hay gente invisible —explica Victoria Huallpa también desde El Alto—, gente que no nos damos cuenta que existe, personas que están sin documentos, que viven al día, gente de la tercera edad que vive sola, personas que viven como cuidadores en algunos lotes. “Yo tengo este papelito —me dijo un anciano mostrándome un certificado de nacimiento muy antiguo—. No sé si con esto me darán ayuda”. Estas son personas prácticamente invisibles para el Estado, y también prácticamente invisibles para nosotros, para mí, porque yo no sabía que había gente en esa situación».

En Guatemala, como en Bolivia, numerosas personas son excluidas. «La sociedad —cuenta Luis Zepeda desde la capital guatemalteca— margina día a día a las familias pobres, les han hecho a un lado, están invisibilizadas por el gobierno, pero mucho más por la misma sociedad. La sociedad sabe quién realmente necesita ayuda, quiénes son los que necesitan un alimento o un pan. Pero sabiéndolo, les hacemos a un lado. Es difícil encontrar una mano de ayuda».

  • «Somos comunidades marginadas —insiste Aida Morales desde Escuintla— Las ayudas no han llegado porque son áreas rojas, pero aquí es donde la ayuda tendría que haber llegado más, porque son personas que no tienen acceso a un trabajo, que dependen del día a día».

Con la cuarentena hay más sufrimiento

La pandemia ha agravado la discriminación en todos los ámbitos para las personas en situación de pobreza: educación, trabajo, salud, acceso al alimento y al agua… pero la discriminación que sufren estas comunidades no es algo nuevo: «Acá —explica Julia Marcas desde La Vizcachera, a las afueras de Lima, Perú— llevamos años viviendo sin agua ni desagüe y nadie nos escucha. Ahora peor: con la cuarentena, más sufrimiento».

En el ámbito de la educación, también ha crecido el sufrimiento. El contexto de confinamiento ha obligado a los gobiernos a buscar soluciones ofreciendo clases en radio, televisión e internet. El desafío está siendo enorme para todas las familias, pero el precio más alto lo están pagando los niños y niñas más pobres que provienen de familias que tienen escaso acceso a internet o cuentan con solo uno o ningún dispositivo electrónico en el hogar, que tienen poco dinero para hacer fotocopias y menos posibilidad de recibir ayuda en las tareas de parte de sus padres…

  • “Hay niños del salón de Marco que tienen computadoras y ellos entran a la web, pero hay otros como nosotros que no tenemos. Un día le dije a la profesora que mi situación es difícil, vivo en el cerro y no tengo esas posibilidades… Pero todavía nos mandan a imprimir lecciones de la web y a veces son 12 hojas, 8 hojas… Todos los días tengo que imprimir y también copiar para que mis hijos hagan las tareas. Para no gastar mucho, dos hojas tienen que copiar a mano o una hoja escribe mi hijo Marcos y yo la otra, y el resto lo mando a imprimir porque a veces escribiendo también se cansan. Hasta profesora me he vuelto, ¡cuatro veces profesora!: de inicial, primaria, secundaria y de instituto” — cuenta Sarita Guevara desde Lima, Perú.

En esta situación, los padres y madres más pobres se han encontrado, en medio de un gran sufrimiento, haciendo verdaderos malabares para acompañar a sus hijos. Desde luego, muchos maestros tratan de estar cerca de sus alumnos y sus familias de la mejor manera posible. Otros, sin embargo, han acusado a los niños y padres más pobres de no esforzarse lo suficiente. En Guatemala, se ha dado un ejemplo flagrante: durante la cuarentena, el gobierno ha continuado ofreciendo a todos los niños sus desayunos escolares a través de una entrega de víveres quincenal a las familias. A pesar de ser un derecho, en una de las comunidades más pobres de la capital, una escuela ha condicionado esta ayuda alimentaria a la entrega de tareas de parte de los niños. Una vez más, para las familias más pobres, dependientes de las ayudas, un derecho se ha convertido en una herramienta de humillación y opresión contra ellos.

De la misma manera que la opresión no es nueva, la solidaridad que se vive en el seno de estas comunidades y barrios pobres tampoco lo es, no apareció en este contexto de pandemia, sino que forma parte de las prácticas cotidianas en favor del bienestar común.

«En este tiempo —continúa reflexionando Martha en Bolivia— hemos visto que no conocemos suficientemente a nuestros vecinos. Conocemos al vecino de al lado, y al de al lado de ese, pero a más vecinos no conocemos, no sabemos si tienen necesidad. Me he dado cuenta de que hace mucha falta conocer y a partir de conocer poder compartir. El ser humano tiene esta necesidad de encontrarse con el otro. Estamos desesperados por dejarnos ver, por querernos reunir otra vez. Esto nos hace sentir que siempre se tiene necesidad del otro».

Esta toma de conciencia invita a cada uno a estar atentos a las personas alrededor, a conocerlas y avanzar juntos para que nadie más se quede atrás: «Yo no sabía que había familias invisibles, ahora lo sé, sé quiénes son, ya no van a ser invisibles para mí. Espero también que así vaya siendo para el Estado porque nos esperan momentos difíciles» —concluye Victoria.

Nos necesitamos de verdad

«Teníamos mucho que aportar, mucho que dar, mucho que decir, pero a nosotros nadie nos escuchó cuando fuimos niños, a nuestros padres nadie los escuchó cuando fueron padres, a nuestros hermanos nadie los escuchó» —explica Luis. «Es necesario —continúa Martha— crear espacios en los que expresamos las cosas que sentimos o pensamos. Estos espacios me ayudan a seguir reflexionando y a ir reconociéndome a mí misma, a ir encontrándome también». «Nos necesitamos de verdad» —resume Roxana Quispe.

Diálogos a distancia ©ATD Cuarto Mundo

A lo largo de estos meses, ATD Cuarto Mundo ha creado espacios virtuales de diálogo en los que poder reflexionar conjuntamente sobre las consecuencias de la pandemia del covid-19. Las respuestas que se han ido forjando en el seno de las comunidades para resistir al desamparo y para no dejar a nadie atrás han estado en el corazón de estos diálogos. El objetivo es alzar la voz colectivamente para dirigirse a la sociedad no como víctimas, sino como personas de derecho y agentes de cambio.

Este artículo cierra una serie que ha servido de eco de estos actos de solidaridad y cuidado mutuo tan presentes en los barrios y las comunidades más pobres de América Latina durante la pandemia.

El 21 de julio, se organizó un seminario en línea para multiplicar el alcance y permitir a otros aprender e inspirarse: «Nosotros queremos —explicaba Luis— que nos reconozcan como seres humanos, que ya no nos sigan haciendo a un lado, que nos den las herramientas para trabajar, para salir adelante, porque nosotros sabemos que sí las hay, pero están escondidas, que somos personas y que podemos luchar, que podemos salir adelante día con día».

¿Lograremos que cada persona sobre la tierra sea verdaderamente reconocida como ser humano? ¿Será que no habrá más invisibles?

¿Lograremos que estos actos de solidaridad y cuidado sean escuchados y tomados en cuenta por nuestras sociedades como voces de esperanza?

¿Lograremos comprender de una vez por todas que nos necesitamos de verdad y solo uniéndonos haremos un mundo mejor?

Seminario en línea  Solidaridad, cuidado mutuo y resiliencia: aprender de las iniciativas de las comunidades en pobreza de América Latina durante la pandemia.

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Los miembros de ATD Cuarto Mundo que han participado en este ejercicio a distancia de diálogo, reflexión y expresión de solidaridades y cuidados han sido:

Desde las comunidades: Victoria Huallpa, Paulina Mollericona, Martha Calisaya, Roxana Quispe y Susana Huarachi de Bolivia; Luis Zepeda, Sindy Sequén, Vivi Luis y Aida Morales de Guatemala, Tatiane Soares de Brasil, Milena Foronda de Colombia; Sarita Guevara y Julia Marcas de Perú. Todos ellos son parte de una cadena de solidaridad y han participado subrayando la complicidad de sus comunidades y familias —madres, esposos, hijos, hermanas...— en el desarrollo de sus iniciativas.

En la escucha, la escritura y el sostén tecnológico: Soledad Ortiz y Diego Sánchez desde Bolivia; Daniele Mazzarelli desde Brasil; Amelie Lemoine y Fray Quispe desde Perú; Julieta Pino, Beatriz Monje y Matt Davies desde México.

Apoyando en la realización del seminario en línea: Carolina Sánchez Henao desde Colombia y Carolina Escobar Sarti desde Guatemala

Además, otros miembros de ATD Cuarto Mundo han contribuído: Yola Oblitas, Luciano Olazabal, Miriam Pérez y Lara Philibert en Perú, Mariana Guerra en Brasil, Pilar Boche en Guatemala, Rocío Rosales, Marcelo Vargas y Cinthya Torrez en Bolivia y Gracia Valiente del sitio web de ATD Cuarto Mundo.