Derechos, justicia y dignidad

Rachel Bray con Diana Skelton en el coloquio de Filosofía social, diciembre 2022. Foto de Carmen Martos, 2022 © Carmen Martos, ATD Cuarto Mundo.

Cada segundo lunes de mes, se publica en el sitio web del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo un artículo que presenta las contribuciones de los participantes en el Seminario de Filosofía Social.

Descubra esta semana la intervención de Rachel Bray durante un taller en inglés sobre el tema de los Derechos en el Coloquio de Filosofía Social que tuvo lugar los días 9 y 10 de diciembre de 2022. Rachel Bray es investigadora en el Oxford Institute of Social Policy (OISP) del Reino Unido, especializada en infancia, política social familiar y pobreza.

En este artículo, Rachel Bray comenta el documento “Del Derecho a los Derechos”, coescrito por uno de los tres grupos de investigación «Pobreza, Crítica Social y Cruce de Saberes», en el que se presentan sus resultados. Este documento, junto con otros dos titulados “La injusticia relativa al saber” y “La resistencia”, fueron comentados y debatidos en la conferencia por varios ponentes, entre ellos Rachel Bray.

También queremos informar de la publicación del libro Pour une nouvelle philosophie sociale, coordinado por François Jomini, David Jousset, Fred Poché y Bruno Tardieu, en las Editions du Bord de l’Eau. Este libro presenta las contribuciones de las y los participantes de este Seminario de filosofía, junto con los resultados de la investigación.


Indiferencia institucional

Mi objetivo es compartir con ustedes algunas observaciones, reflexiones y preguntas sobre la contribución de los coautores y coautoras del documento de trabajo «Del Derecho a los Derechos» presentado en la conferencia:

  • “Esta política de desempoderamiento es la que impide a una persona o grupo tener poder, autoridad o influencia sobre sus propias vidas o intereses. Ante la indiferencia institucional, una persona puede acabar sintiendose insignificante. Cuando los responsables deciden lo que es bueno para nosotros y toman decisiones en nuestro lugar, nos sentimos infantilizadas. Por ejemplo, al acompañar a las personas a navegar por el sistema de bienestar del Estado británico, uno se da cuenta de que, en un esfuerzo por responsabilizar a las personas, el sistema produce justo lo contrario, porque su intención es controlar y dirigir a las personas” (p.7)

En el mismo documento se recoge un ejemplo dado por Moraene Roberts, militante del Cuarto Mundo en el Reino Unido, en el que explica que cuando una persona ya no se siente dueña de su propio destino, su confianza en su propia capacidad de actuar (su confianza en su capacidad de modelar y determinar sus propias motivaciones, su comportamiento y su entorno) se vé seriamente dañada. En mi opinión, este daño profundo es resultado de la pobreza.

El no reconocimiento de derechos y la vergüenza

En el mismo documento, los coautores profundizan estas cuestiones en una sección titulada «Reversión del derecho».

  • «No reclamar lo que a uno le corresponde es una cuestión clave en materia de derechos. Por ejemplo, muchas personas no utilizan los programas de asistencia social por miedo a que este derecho se vuelva en su contra o por vergüenza de su situación. Creemos que así nos protegemos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos, pero al mismo tiempo nos ponemos en peligro, por ejemplo, al huir de los servicios socioeducativos. Es una estrategia empleada por los padres para proteger a sus hijos, y a su familia, pero puede parecer negativa a ojos de los servicios sociales, que piensan que el niño está en peligro. En la pobreza, los padres no tienen la misma lógica que las instituciones (por ejemplo, los servicios sociales) porque esta lógica se ha ido labrando en una lucha diaria». (p. 15)

Veo esta «lucha diaria» como una de las luchas asociadas a la vida en la pobreza, y me gustaría compartir algunas reflexiones sobre ello.

La posibilidad de buscar apoyo se ve mermada por el sentimiento de vergüenza y sus repercusiones. Me pregunto qué entendemos sobre el origen de esta vergüenza cuando hablamos del sistema, de la lógica de las instituciones, de “esta máquina”, como dicen los coautores. ¿A qué nos referimos?

La administración, tal como la comprendemos, fue claramente concebida en un momento dado por personas cuyas intenciones no podemos conocer. La lógica de las instituciones se basa en un conjunto de comportamientos y formas de proceder que se han convertido en habituales. ¿La intención es dominar? No estoy segura de que podamos hablar de empoderamiento en el caso de una institución.

Una institución está formada por personas y sistemas. Quiero señalar, entonces, que existe el riesgo de suponer que la intención es socavar los Derechos Humanos y la dignidad, cuando puede no haber tal intención. Quizá la clave radique en explorar los procedimientos del sistema y ampliar el poder de actuación de las personas que trabajan en él, así como de quienes son sus potenciales beneficiarios.

Encontrar el equilibrio

En esta investigación estamos tomando conciencia de algunos de estos procesos, en particular el de la protección de los niños y las niñas por parte de los servicios responsables. En este contexto, se toman decisiones para lograr un equilibrio entre el derecho a la protección, la dignidad y la autodeterminación de las distintas personas que se encuentran en una situación determinada (el niño o niña, sus padres, hermanos o hermanas y, a veces, la familia extensa) y la prestación de servicios que satisfagan las necesidades del mayor número posible de personas. Responder a todas estas prioridades es muy complejo.

En mi opinión, una de las consecuencias es que una cuestión concreta a la que se enfrenta una persona vulnerable se convierte en el problema determinante. Es probable que el sistema no sea capaz de dar una respuesta aplicable a todos los múltiples aspectos de la vida de la persona, de su vida laboral y de los de su familia o comunidad al mismo tiempo. Los compromisos y las deficiencias son casi inevitables.

  • Tengo una imagen en mente: la de dos raíles paralelos. En un carril están las personas en situación de pobreza, los beneficiarios potenciales, mientras que en el otro están las personas que intentan hacer funcionar los sistemas, como la protección social. Nada los conecta, a excepción de la cuestión decisiva, calificada como «el problema».

El punto que planteo aquí es la de saber cuáles son las oportunidades que tenemos de responder a esta situación con empatía y alteridad, preservando al mismo tiempo la dignidad de todas las personas implicadas.

Cambiar el sistema

Esto me llevó a reflexionar sobre el hecho de que los sistemas sólo pueden funcionar cuando todos sus componentes desempeñan el papel que se espera de ellos. Como en una bicicleta, los engranajes tienen que encajar suavemente para que el sistema siga funcionando. Si nada cambia, el sistema funciona sin interrupción. Entonces, ¿es posible la interrupción? Durante el coloquio de filosofía social, un militante Cuarto Mundo declaró que nadie cuestiona la forma en que se hacen las cosas.

¿Qué pasaría si decidiéramos (o cuando decidamos) cambiar las expectativas de los sistemas, y si todos actuáramos dando prioridad a los derechos y responsabilidades de la persona, respaldados por el principio de dignidad para todos y todas?

Hemos expuesto claramente estas expectativas. Hemos hablado de ellas, las hemos comentado por escrito, las hemos demostrado y las hemos puesto en práctica de una determinada manera. Entonces podría establecerse un diálogo bidireccional inequívoco: “Esperamos de cada persona autonomía y escucha” para favorecer la comunicación entre los beneficiarios potenciales del sistema y quienes lo hacen funcionar.

Esto plantea una expectativa colectiva: que las personas en situación de pobreza tengan siempre la capacidad de influir en las decisiones que afectan a sus vidas.

Escuché hablar a las y los coinvestigadores y fui testigo del increíble proceso en el que participaron estas personas como parte de este trabajo. Me hizo reflexionar profundamente. Intercambiaron sus conocimientos para poner en marcha y llevar a cabo esta investigación.

Establecieron expectativas claras en cuanto a la participación, contribución y valorización de los conocimientos de cada persona. Esta enorme movilización intelectual fue posible porque todas y todos se reunieron y crearon en común de la misma manera.

Por eso me planteo la siguiente pregunta:

¿Cómo generalizar un entorno de reflexión y decisión semejante en la sociedad en general y ayudar a las instituciones a definir expectativas que las hagan responsables de su comportamiento?

Transponer una metodología a una institución

Hace poco intenté hacer algo parecido y me gustaría compartir la experiencia. Hace dos años presenté los fundamentos y principios del Cruce de saberes a la Universidad de Oxford, con la intención de que este enfoque nos ayudara a definir un plan de acción para la aplicación por parte de la universidad de una política nacional de desarrollo profesional de los investigadores. La Universidad de Oxford cuenta con 4.500 doctorandos e investigadores con contratos de duración determinada y escasas posibilidades de obtener un puesto académico permanente. En este contexto, su acceso a las instalaciones y la estabilidad de su carrera es muy limitado en comparación con los académicos establecidos u otro personal permanente. Esto significa que pueden ser descartados y sentir que están en lo más bajo del escalafón.

  • Deseábamos, por consiguiente, crear conjuntamente una estrategia en la que participaran los beneficiarios potenciales de esta política, los posdoctorandos, los gestores universitarios (que se benefician de una mayor seguridad laboral y poder) y los equipos de servicios profesionales (especialistas). A mis colegas les gustó este enfoque de democracia deliberativa. Llevamos a cabo este proceso a finales de 2022, con la participación de 3 grupos de pares (12 investigadores con contratos de duración determinada de diferentes departamentos y disciplinas de la Universidad), 12 colegas de servicios profesionales y 12 académicos.

Cada grupo se reunió dos veces a distancia, durante dos horas, utilizando la gran pizarra blanca Miro para compartir conocimientos y sugestiones. Cada grupo distribuyó sus actas a sus miembros y a todos los grupos. Representantes de cada uno de los tres grupos se reunieron en un taller de puesta en común para acordar las prioridades del plan de acción. En conclusión, la operación funcionó bien. Me pareció realmente interesante aplicar esta metodología en un contexto institucional muy diferente.

  • Tal vez no sea tan complicado pensar en aplicar esta metodología a contextos más institucionales, en los que los procesos de toma de decisiones o de investigación sean más sólidos, en los que el objetivo sea garantizar que los derechos se respetan y se aplican realmente de forma más amplia…

Incluso podríamos darnos cuenta de que aquellos actores, percibidos como puntos conflictivos porque aplican la ley y hacen que los sistemas funcionen, en realidad tienen las mismas intenciones positivas que los demás, pero se ven limitados de algún modo por las estructuras en las que operan.

Nuestro papel podría consistir en proponer nuevas formas de trabajar dentro de las instituciones para avanzar hacia un sistema más equitativo.