Él me enseñó el significado de la Navidad | Isabelle Pypaert Perrin

  • «En el fondo, no preguntamos de qué familia viene usted, si forma parte de una Iglesia o de una comunidad o no, ni le preguntamos quién es su Dios. Sino que le decimos: «Hay un pueblo que grita, únase a él»».
    Joseph Wresinski (diciembre de 1980)

«En Navidad, en el centro [de menores] teníamos que cantar. ¿Se imagina? ¡Cuando nos obligan a cantar la paz con las voces quebradas, tan lejos de nuestros padres, de nuestras madres, hermanos y hermanas, solos!».

¿Cuántas personas en el mundo podrían reconocerse en este testimonio que una noche de Navidad Bob hizo a Ronald? Esta Navidad que cada año produce dolorosas cicatrices cuando para otras personas los árboles brillan en el momento de distribuir regalos…

Ronald, miembro del voluntariado permanente que durante 39 años ha mantenido una relación con este hombre, nos cuenta:

«Fue Bob quién me recibió en ATD Cuarto Mundo. Tengo que admitir que, en ocasiones, tenía mucho miedo de él. Yo era un hombre de campo que había venido a ayudar. Simplemente. Y de repente, con él, me encontraba propulsado hacia el abismo de la miseria:

La vida no le había favorecido en absoluto. Le había empujado a tomar decisiones incomprensibles, a realizar gestos llenos de contradicciones. Con 50 años, envejecido, abandonó a su mujer y a sus hijos. Para él, «dirigirse hacia el exilio era la única solución».

Se apartó en un camping. Allí era donde yo le visitaba periódicamente. Allí escuchaba su letanía. Palabras que vertía durante horas, como una cascada violenta e incesante. Pero de este torrente también surgían momentos preciosos donde me hablaba de sus vecinas y vecinos. Una mujer me contó:

  • «Por la noche no conseguía dormir, a menudo paseaba solo por el camping. Y por la mañana, ¡sorpresa!. Me encontraba un caramelo de menta o una flor enganchada a mi puerta».

Cada año, en Navidad, iba a visitarlo. Día delicado, doloroso, que le hería. Navidad le recordaba su infancia y le devolvía con violencia el sentimiento de no haber sabido ser un padre para sus hijos, cuando nunca había aprendido a serlo, cuando nunca lo había podido aprender. Un día me enseñó la fotografía de sus hijos. Los guardaba escondidos detrás de una cortina de color violeta, porque no soportaba el «¿por qué papá?» de sus miradas.

Su hijo me dijo: «De pequeño, no entendía por qué, la mañana de Navidad, el árbol aparecía en el suelo y las galletas que habíamos hecho juntos flotaban en el lavabo. No, no podía ser cosa del gato, como él afirmaba».

Sí… Bob detestaba la Navidad. La Navidad le hacía gritar. Y sin embargo, fue él quien me enseñó el significado de la Navidad. A su lado, he aprendido año tras año que Navidad no puede ser Navidad si hay alguien que sufre. No puede ser Navidad si las personas se ven privadas de los suyos. No puede ser Navidad si no es un tiempo de fiesta para todas las personas.

Su cuestionamiento me ha impactado y me ha permitido atreverme a afrontar su mundo, me ha infundido valor para dialogar y descubrir, a través de él, lo que, en el interior, las familias en situación de extrema pobreza poseen de más precioso. En esos días, creo que nos unía algo esencial y que con el tiempo ha pasado a constituir el fundamento de mi compromiso».

Esta presencia a largo plazo del voluntariado permanente junto a personas en situación extrema de pobreza necesita el apoyo de quienes comprenden su importancia.

Gracias por ofrecernos su apoyo y sus donaciones.

Que tengan un buen fin de año.