Empresarios no reconocidos| Isabelle Pypaert Perrin

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Isabelle Pypaert Perrin

Un paso tras otro, camino, soy Edna por los caminos estrechos y escarpados de Grande Ravine, ese extenso barrio de chabolas que se agarra a las laderas del cerro en Puerto Príncipe. Jacqueline nos invita a entrar a su diminuta casa, donde los agujeros en el techo de chapa dejan pasar los rayos del sol. La encontré ayer, con la más pequeña de sus hijas, en Bebés Bienvenidos, una de las acciones de ATD Cuarto Mundo en Haití.1. Hace un año, su hija pequeña estaba muy débil. «Se podía haber muerto«, me decía. A día de hoy, la pequeña recupera fuerzas.

Jacqueline se dispone a salir para «buscarse la vida». En una esquina, un barreño verde que luego pondrá sobre su cabeza con cepillos para el pelo, jabones y medicinas ordenadas en una extraordinaria pirámide. Jacqueline tiene un pequeño comercio, deambula por las calles solicitando a los compradores. Son miles como ella en este barrio donde hay más vendedores que clientes. En este lugar, todas las personas permanecen activas: comerciantes, chóferes de taxi-moto, vendedores de teléfonos de segunda mano o de minutos de comunicación telefónica, porteadores y reparadores de todo tipo, incluso las niñas y los niños cargan con cubos de agua por estos caminos en los que yo tengo miedo de caer.

  • ¿Cuántas empresarias y empresarios hay en el mundo que, al igual que ellas, asumen todo tipo de riesgos?

Vendedores y vendedoras ambulantes que no cuentan con ningún tipo de seguro frente al riesgo de sufrir robo, condiciones meteorológicas adversas o enfermedad. Pequeños minoristas obligados a comprar en efectivo la mercancía de toda la semana a mayoristas que reportan para ellos todos los beneficios. Se endeudan cuando solicitan un micro crédito a tasas de interés exorbitantes. Las personas pobres no constituyen un lastre para la economía de nuestros países, antes bien, la crean. En las zonas donde las relegamos y pese a todo, para hacer posible la vida, desarrollan el comercio, las comunicaciones, la distribución del agua, los transportes, el tratamiento de basura y el reciclado, la construcción en terrenos difíciles…

Su inteligencia inventa soluciones en todo momento y sin embargo, en último término, sus hijas e hijos pasan hambre. Nuestro mundo sigue mirando a estas personas con desdén, acusándolas de ensuciar nuestras ciudades, de ser desorganizadas, de ser perezosas, de instalarse en cualquier lugar. En los países del norte, se les acusa de acarrear elevados costes, de aprovecharse de las ayudas, como si fueran ellas las que hubieran inventado el desempleo y la exclusión.

Estas personas, en el fondo, no quieren que sus manos se vuelvan inútiles y están ansiosas por contribuir, hasta el punto que algunas de ellas se encuentran obligadas a aceptar el empleo informal y la explotación. ¿Cuáles son las instancias, los foros económicos en los que esta creatividad diaria de las personas y de las comunidades más pobres se tendrá en cuenta como punto de partida para construir una economía mundial que respete la inestimable dignidad de todos los seres humanos?

Fotos © ATDCuartoMundo Thailandia