Cumbre Humanitaria Mundial: Ante la emergencia, una respuesta que respete la dignidad de las personas y tengan una visión a largo plazo

Tras la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en septiembre de 2015 y más tarde, en noviembre, del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático; del 23 al 24 de mayo se celebrará en Estambul la primera Cumbre Humanitaria Mundial que pretende reforzar la voluntad de los Jefes de Estado para avanzar conjuntamente hacia un mundo liberado de la miseria y reafirmar su intención de no dejar a nadie atrás, ni en medio de las emergencias ni en los proyectos de desarrollo a largo plazo.

Como contribución a la Cumbre, ATD Cuarto Mundo presentó un informe bajo el título «Cómo la ayuda humanitaria puede, en su esfuerzo por buscar a los más desfavorecidos, fortalecer la comunidad«.

Entrevista a Jacqueline Plaisir, Delegada adjunta del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo en la que destaca, desde su responsabilidad, algunos retos de esta Cumbre al tiempo que comparte experiencias sobre las poblaciones que viven la extrema pobreza y que se han visto afectadas por catástrofes y crisis en Haití, República Centroafricana y otros países.

ATD Cuarto Mundo no es una ONG implicada de un modo específico en la intervención humanitaria ni en la acción de desarrollo propiamente dicha, entonces, ¿por qué ATD Cuarto Mundo insiste en poner de manifiesto públicamente su posición?

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Jacqueline Plaisir

En efecto, no somos una ONG humanitaria ni de desarrollo, pero ATD Cuarto Mundo nació en medio de la emergencia que supone la extrema pobreza en un barrio marginal de las afueras de París y desde hace sesenta años sigue afrontando la emergencia. Estos últimos años nuestros equipos han afrontado con las comunidades y las personas que viven en situación de extrema pobreza una serie de crisis y catástrofes tales como: el Huracán Katrina que afectó en 2005 a Nueva Orleans en Estados Unidos, el terremoto de 2010 en la ciudad de Puerto Príncipe en Haití, el conflicto armado en República Centroafricana iniciado en 2013, los desplazamientos de poblaciones desfavorecidas especialmente en Filipinas, Madagascar y Mauricio. En el marco de nuestros últimos proyectos de investigación-acción participativa destacan; «La miseria es violencia, romper el silencio, buscar la paz«, otra relativa a la evaluación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio a partir de la que se elaboró el informe «Hacia un desarrollo sostenible que no deje a nadie atrás«, la cuestión de la ayuda humanitaria se abordó a partir de la experiencia y la reflexión de las personas que viven en situación de pobreza extrema con el objeto de mejorar su comprensión y la elaboración de propuestas. Debemos contribuir a la renovación de la intervención humanitaria, es un punto que forma parte de la agenda de esta Cumbre.

ATD Cuarto Mundo señala las debilidades del sistema actual de ayuda humanitaria, ¿Podría usted explicar alguna de estas debilidades?

En un contexto de crisis humanitaria, las personas y las comunidades que se ven más gravemente afectadas y que sufren sus consecuencias a largo plazo son las que viven en situación de pobreza extrema. De un modo general viven en espacios más vulnerables y menos accesibles, hecho que se ha verificado de un modo dramático en Haití tras el terremoto. Nuestra implicación con la población que padece la situaciones más graves de marginación nos otorga una experiencia y una comprensión de lo que viven y podemos señalar que el trabajo de incidencia política que realizamos desde hace años ha portado sus frutos.

  • El objetivo adoptado por la ONU y por la comunidad internacional de «no dejar a nadie atrás» refleja lo que persiguen y viven las familias que sufren las situaciones más severas de pobreza en sus barrios cuando tienen en cuenta a las personas más frágiles de su entorno. Este objetivo pone fin a las políticas selectivas que se han aplicado durante años. En el marco de la emergencia lo que se pide es una atención particular a las poblaciones más marginadas. En Puerto Príncipe en 2010, las ONG solamente aceptaron, tras un lapso importante de tiempo, actuar en algunos barrios muy pobres y aislados puesto que las Naciones Unidas las habían calificado de «zonas rojas» en razón de conflictos anteriores entre bandas rivales.
  • El reconocimiento de la contribución de las personas que viven en situación de extrema pobreza como algo necesario e imprescindible, como ha destacado el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon en su “Programa de Acción para la Humanidad”, insiste en la importancia de apoyarse en los esfuerzos de las comunidades en las que se interviene. Después hace falta cuestionarse sobre las condiciones que se establecen para que la participación sea libre, plena e integral y para contar con el discernimiento necesario que ayude a identificar sobre el terreno a las personas que se movilizan por el bien común.
  • Con frecuencia la intervención de emergencia hipoteca el futuro y no permite construir respuestas a largo plazo. En Haití el hecho de proponer un acceso gratuito a la atención sanitaria para todas las personas durante seis meses no se pensó con los agentes del sistema de salud del país, lo que debilitó gravemente varias estructuras de atención sanitaria que desde hace años ofrecían servicios a precios asequibles, algunas tuvieron que cerrar definitivamente.
  • El personal de las ONG extranjeras tiene con frecuencia contratos de muy corta duración, entre tres y seis meses. En este intervalo de tiempo las personas no tienen la posibilidad de aprehender profundamente la realidad de los barrios en los que intervienen y cometen errores de apreciación de la situación que conlleva graves consecuencias para la población.

¿De qué modo la ayuda podría tener más en cuenta los recursos de las comunidades locales, aumentar la eficacia y la colaboración con los actores locales?

Hoy en día es algo que se practica muy escasamente y cuando se programa no siempre se dan las condiciones para una verdadera colaboración. Tras el terremoto de Haití, una ONG inició un programa de «Dinero por trabajo» en un barrio situado en la periferia de Puerto Príncipe sin tener conocimiento de las relaciones de poder existentes en el barrio. La realización de este programa se vio afectado por actos de extorsión y los trabajadores tuvieron que pagar a los responsables de los equipos para poder obtener un contrato con el que hacer vivir a sus familias. ATD Cuarto Mundo, en diálogo con los miembros de la comunidad y con los responsables del proyecto pudo conseguir que se firmaran contratos con padres y madres del barrio sin que tuvieran que sufrir este tipo de presión. Los agentes exteriores carecían de un conocimiento real del barrio, un conocimiento que permite apoyarse en personas precisas de los barrios, que cuentan con una legitimidad real y no solo aparente, personas menos visibles que los «autoproclamados» líderes pero para quienes el interés común es una prioridad y que cuentan con relaciones de ayuda mutua y de apoyo en su entorno.

En las intervenciones de emergencia o de ayuda al desarrollo es necesario que los equipos cuenten con personas que tengan este tipo de conocimiento sobre la vida de las familias que viven situaciones más graves de pobreza y de sus iniciativas para sobrevivir.

En la República Centroafricana, durante el conflicto armado, jóvenes implicados con ATD Cuarto Mundo se movilizaron para estar presentes y proponer actividades culturales para las niñas y los niños en los campamentos de desplazados donde las familias se habían refugiado. Su intención era «desarmar las mentes» con los libros. Este compromiso les permitió mantenerse fuera de una lógica de venganza en la que se podían haber visto atrapados, aunque ellos también habían perdido miembros de sus familias y les habían quemado sus casas. En un campamento de desplazados de 100.000 habitantes, su acción fue percibida por las ONG extranjeras que observaron su capacidad de comunicación con padres y madres y la atención que prestaban a niñas y niños. Estas ONG pudieron entonces apoyarse en el conocimiento y la experiencia de estos jóvenes en su intención de alcanzar a las niñas, niños y familias más vulnerables.

En las diversas contribuciones realizadas para la Cumbre, numerosas organizaciones piden, como ATD Cuarto Mundo, que se implique a actores no convencionales en la ayuda humanitaria y que se reconozca «a las personas y comunidades afectadas por las crisis como agentes principales de respuesta». ¿Cuál cree que son las estrategias de autoprotección y de adaptación sobre el terreno, en las comunidades pobres afectadas por las crisis?

En cualquier situación de crisis o de emergencia son las personas que se ven confrontadas a esta que reaccionan en primer lugar y que se vuelven hacia las personas más vulnerables para ofrecerles apoyo. En Haití, tres días después del terremoto, vimos como una señora cuya casa había sido totalmente destruida proponía un plato de comida a un precio menor que el de costumbre. Esta señora había podido recuperar de los escombros los ingredientes necesarios y simplemente quería que sus vecinos pudieran comer, al tiempo que ganaba algo de dinero. En este mismo barrio, algunos meses más tarde, en el momento en el que se iniciaba la epidemia de cólera, un grupo de mujeres que habían recibido formación por parte de nuestro socio, la Clínica Saint Michel, espontáneamente socorrieron a sus vecinos mediante la fabricación del indispensable suero oral que permite parar las diarreas. A partir de este conocimiento y de otros consejos estas mujeres frenaron la epidemia antes de que las ONG pudieran intervenir con sus clínicas de emergencia. Pero posteriormente, el papel que jugaron no fue ni reconocido ni integrado a las respuestas aportadas por la intervención de las ONG extranjeras.

Es urgente pensar la emergencia desde una perspectiva a largo plazo que tenga en cuenta las fuerzas presentes en el país de intervención. Esto pasa por el financiamiento directo desde las ONG nacionales. Un estudio de la AFD (Agencia Francesa de Desarrollo) y de la Fundación Francia sobre el resultado de la acción de las ONG que ellos mismos financiaron en Haití tras el terremoto, demuestra que las ONG nacionales ocupan muy poco espacio en las respuestas de emergencia así como en las acciones de desarrollo. Reciben poca financiación y muchas veces se les reserva un papel de prestatario de servicios. Las ONG internacionales reconocen el conocimiento que tienen las ONG locales sobre el terreno pero se apoyan poco en él. Habría que repensar la acción humanitaria y el desarrollo en su conjunto y mutualizar el conocimiento que se tiene puesto que actualmente prevalece una lógica de competición.

¿Pero no está en juego también la cuestión de la seguridad de los agentes de la ayuda humanitaria?

Sabemos que los trabajadores humanitarios están en situación de vulnerabilidad, incluso de peligro en el caso de los conflictos armados, por ello debe existir una sólida coordinación entre los agentes locales e internacionales ya que éstos también se ven expuestos a los peligros. La construcción conjunta de los proyectos y la mutualización de los conocimientos sobre el terreno, de técnicas y procedimientos, son imperativas para aumentar significativamente la seguridad de los agentes implicados en la acción directa. La presencia de agentes internacionales puede constituir un factor de riesgo añadido para los agentes locales. La mutualización del conocimiento de la realidad de terreno, del contexto y las condiciones de intervención permiten tomar conciencia conjuntamente de los riesgos que se corren y evaluarlos de modo que se tomen las medidas de seguridad necesarias.

Las respuestas de emergencia no respetan la dignidad de las personas en la medida en que su participación no se toma en consideración. ¿Cómo pensar entonces la estrategia a largo plazo en situaciones en las que hay que actuar rápidamente?

La vida de las personas que viven en situación de pobreza extrema está constituida de situaciones de emergencia y de crisis que se repiten. En estas condiciones, la miseria se reduce a la supervivencia y la supervivencia que se impone a largo plazo constituye un menoscabo de la dignidad de las personas que la sufren. Además, conduce a una situación de dependencia donde las personas se ven en la necesidad imperiosa de tener que contar con el apoyo de los demás. La respuesta que se aporta a las crisis sin contar con su participación no hacen sino agravar la humillación de tener que contar con los demás sin poder construir una situación de diálogo y de intercambio de igual a igual. Las personas que viven en situación de pobreza extrema están acostumbradas a luchar, a resistir aunque los gestos que realizan en su vida diaria para superar su situación no cuentan con el reconocimiento de los demás. Ante la emergencia, esta necesidad absoluta de reconocer a la otra persona como actor, como interlocutor, con frecuencia desaparece de nuestra percepción cuando se trata de personas que viven en situación de pobreza extrema.

Cuando una crisis o una catástrofe afecta a todo el mundo, estas poblaciones se ven abocadas a una desesperación aún mayor. Las familias de Nueva Orleans y de Haití mantenían una misma ambición de contribuir a «la reconstrucción conjunta de una nación» y, sin embargo, la ciudad de Nueva Orleans se ha reconstruido sin contar con ellas. Saber que nadie cuenta contigo en la ciudad en la que has crecido supone una gran violencia. También en Haití muchos edificios han caído y sin embargo el muro de la exclusión apenas se ha agrietado.

Por eso queremos subrayar la importancia del informe elaborado por el Sr. Ban Ki-moon titulado, «Una humanidad, nuestra responsabilidad compartida» que invita a reconstruir la sociedad a partir de las personas más vulnerables. Teniendo como prioridad ir al encuentro de las personas que nadie ve y que hay que buscar; ¿dónde están?, ¿qué es lo que necesitan? Esta iniciativa que establece como punto de referencia que «todo ser humano es un ser humano» beneficiará a la sociedad en su conjunto; la persona más débil nos une. Esta perspectiva garantiza que nadie se quedará atrás y que, al mismo tiempo, forjara la cohesión social y movilizará el compromiso. Es la ética misma de la vida y de la convivencia.

En su informe, el Sr. Ban Ki-moon ha reiterado asimismo la necesidad de prevenir los conflictos y una manera de hacerlo es contribuyendo a la formación continua de los miembros de la sociedad civil. Es necesario que las personas sientan que se reconoce el compromiso que realizan en beneficio de la comunidad. Los jóvenes de la República Centroafricana, tras tres años de conflicto armado, nos han empujado a tener una perspectiva que vaya más allá de la simple superación de la crisis. Esto ha permitido la creación conjunta de una formación de mediadores culturales en colaboración con el Ministerio de la Formación Profesional. De este modo quieren seguir contribuyendo a reforzar los vínculos en sus comunidades, crear con ellas las bases para un futuro sostenible y las condiciones para dar respuesta a las crisis y catástrofes.

Foto © ATDCuartoMundo, Jacqueline Plaisir en Puerto Príncipe en 2010.