Construir hacia adelante

Mensaje de Donald Lee, Presidente del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo.


Abandonados una vez más

En este último año, hemos vivido la propagación continua de la Covid-19 en la mayoría de nuestras comunidades, y visto como surgían variantes más mortales e infecciosas.

Si bien el desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 ha sido un paso importante para frenar la pandemia a nivel mundial, la distribución de la vacuna ha sido lenta y obscenamente desigual.

Más de tres cuartas partes de todas las dosis de la vacuna en el mundo se han administrado en países de ingresos altos. Este desequilibrio mundial de acceso a las nuevas vacunas ha tenido como consecuencia que sólo un 0,5% de las personas de los países de ingresos bajos estén vacunadas.

Al comienzo de la pandemia, exhortamos a las Naciones Unidas y a todos los gobiernos a que actuaran pronto y con determinación para garantizar la justicia y la equidad en la distribución de las vacunas en todo el mundo. Desgraciadamente, incluso ante la peor crisis sanitaria mundial en un siglo, los más pobres y vulnerables han sido abandonados a su suerte una vez más.

Esta desigualdad mundial en materia de vacunas no ha hecho más que aumentar las dificultades y el sufrimiento que padecen las personas en situación de pobreza desde el inicio de la pandemia. En la mayoría de los países, las personas en situación de extrema pobreza han carecido de asistencia directa y de recursos para protegerse físicamente contra esta enfermedad mortal o para superar los retos económicos y sociales adicionales causados por la pandemia.

Como resultado, por primera vez en una generación, el mundo ha registrado un fuerte aumento del número de personas que viven en la pobreza o padecen hambre. De hecho, la pandemia ha puesto de manifiesto de forma aún más aguda las profundas desigualdades e injusticias sociales que sufren las personas en situación de pobreza en todo el mundo.

Todos sabemos que la educación de los niños, incluso en los países más ricos, se ha visto gravemente perturbada por el cierre de las escuelas o el recurso a las aulas virtuales para contener la propagación del virus. Sin embargo, esta pérdida o reducción del acceso a la escolarización ha sido especialmente significativa para los niños en situación de pobreza, que a menudo carecen de las herramientas más básicas y del acceso digital para participar eficazmente en el aprendizaje a distancia. Si esta situación no se remedia urgentemente, el potencial y las capacidades de la próxima generación de niños se verán disminuidos, aumentando la probabilidad de que se queden atrapados en la pobreza persistente.

Tras la pandemia, los gobiernos de todo el mundo hablan mucho de su voluntad de “reconstruir mejor”. Sin embargo, la retórica de “reconstruir mejor” no conlleva necesariamente cambios positivos para la sociedad, una mejor protección del medio ambiente o una acción eficaz contra el cambio climático.

En muchos países, los sistemas económicos y sociales existentes son deficientes. En lugar de que la economía trabaje para mejorar el bienestar de todas las personas, ha enriquecido a los ya ricos y poderosos a costa de los menos afortunados. En lugar de sociedades que dan importancia a la paz, la solidaridad, los derechos humanos y la dignidad, vivimos mayoritariamente en sociedades definidas por divisiones de riqueza, raza, clase y género. En lugar de vivir en armonía con la naturaleza, hemos explotado, contaminado y destruido el entorno natural hasta el punto de extinguirlo, y desencadenado un calamitoso cambio climático.

Valorar a las personas y al planeta por encima de los beneficios

No podemos seguir como hasta ahora, repitiendo los errores del pasado. Tenemos que “construir hacia adelante” para crear sistemas económicos y sociales mejorados que valoren a las personas y a nuestro planeta por encima de los beneficios. Un mundo basado en la solidaridad y no en la división ofrecerá a la humanidad una esperanza mas grande para acabar con la pobreza persistente y evitar la inminente crisis climática.

Este año, al unirnos en solidaridad el 17 de octubre, Día Mundial para la Erradicación de la Extrema Pobreza, es crucial que nos mantengamos fuertes y unidos para lograr que nadie se quede atrás. Las personas que viven en la pobreza extrema pueden liderar el camino para garantizar que “construyamos hacia adelante” porque, por pura necesidad e ingenio, suelen ser las primeras en actuar con determinación dentro de sus comunidades para luchar contra la pobreza, la injusticia social y el cambio climático.

Sus inestimables esfuerzos, conocimientos y experiencia deben ser reconocidos porque son verdaderos impulsores del cambio. Sus voces deben ser escuchadas, especialmente en las instancias internacionales.

Tan sólo unidos en alianza y solidaridad podremos acabar con la pobreza persistente y vivir en armonía con nuestro planeta.