Cambiar las reglas del juego

Extracto del libro «Los pobres son la Iglesia» de Joseph Wresinski, una amplia entrevista que permite descubrir tanto la riqueza de su pensamiento como la de su vida compartida con personas y familias en situación de pobreza extrema  junto a las cuales creó el Movimiento internacional ATD Cuarto Mundo.

Foto: Wresinski en el Salón del libro de París, en 1986. © ATD Cuarto Mundo


— (…) entre la reforma y la revolución, ¿qué escoge usted?

¿Usted cree que la cuestión estriba en esto? Los más pobres han visto tantas revoluciones y reformas que no les han aportado nada… Unas y otras son siempre maneras de redistribuir las cartas entre los que ya jugaban; hay que cambiar las reglas del juego. En el Movimiento [ATD Cuarto Mundo] se nos reprocha no seguir el juego, el no entrar en el de los jugadores de siempre. Es exacto siempre se trae a un nuevo jugador a la mesa. Esto es molesto para todos.

¿Como escoger nuestro campo en el debate entre reformistas y revolucionarios? Nuestro deber es preguntar a unos y a otros ¿dónde están los más pobres?

En esto el Movimiento se convierte en vigilante nocturno. Formulando ante todos la cuestión de los más pobres, expresa su convicción de que todos tienen que contribuir en la invención de nuevas reglas. He aquí dos principios que ya no tienen curso. Creer en la fragilidad de nuestros sistemas e ideologías, aceptar la necesidad de evaluar la validez de todos aquellos proyectos que iniciamos y que conciernen a los marginados, no es un valor nuevo para nuestras sociedades, pero no lo han aplicado.

Decir que todos nuestros conciudadanos, todos los partidos y sindicatos, todas nuestras instituciones e Iglesias tienen que contribuir en la investigación, en la introducción de los más pobres en su vida, tampoco es nada nuevo. Pero este esfuerzo de unificación alrededor de las personas más marginadas tampoco entra en las reglas del juego en el mundo actual. (…)

No se trata de indicar que cambio de detalle es más importante que otro y exige un esfuerzo más duro. Lo que da miedo es dejar de descuartizar a las personas, reduciéndolos a problemas.

El cambio exigido consiste en asumir plenamente la dignidad de los pobres, tomar su pensamiento como punto de referencia para todas nuestras políticas, su esperanza como punto de referencia a toda acción.

Esta revolución en el pensamiento y en la mirada sobre el ser humano, esta sociedad identificándose enteramente a la demanda de los más pobres, molesta a todo el mundo.

Encontrar a cada momento, a cada vuelta del camino la pregunta en cuestión: “Que habéis hecho de mí?”, destruye todas las seguridades intelectuales y materiales. Habría que construir sobre seguridades de otra índole. Esta es la inversión de prioridades de la que habla el Cuarto Mundo.