Elie Wiesel | Ante la pobreza, «tengamos el valor de observar y actuar»

Elie Wiesel era un amigo de ATD Cuarto Mundo. Comprometido profundamente contra todas las violencias que aniquilan al ser humano, había denunciado con fuerza la persistencia de la pobreza en todo del mundo: «Existe bajo todos los regímenes, querida o tolerada por todas las ideologías. (…) También aquí, en Nueva York, en esta gran ciudad próspera y de la abundancia, hay miseria, pobreza, desesperación, como en todas partes. (…) en todas partes donde los seres humanos están excluidos y se sienten inútiles, en todas partes donde, extranjeros, padres e hijos, hombres y mujeres desarraigados deben hacer frente a fanatismos, colectivos o individuales, prejuicios y odio y por encima de todo, a la indiferencia. Hay miseria y pobreza cuando las personas adultas continúan viviendo sin felicidad y la juventud sin esperanza».

Eugen Brand, antiguo delegado general de ATD Cuarto Mundo, recuerda la larga caminata de Elie Wiesel para conmemorar el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, el 17 de octubre, en París. «Tengo un recuerdo muy vivo de la marcha de Elie Wiesel ese día. Al sumarse a nosotros en el Trocadero, en el Atrio de las Libertades y los Derechos Humanos, vinculaba la experiencia de sufrimiento y la esperanza de su pueblo a las de las víctimas del hambre y de la violencia en todas nuestras sociedades. Tenía plena conciencia de que el único modo de hacer frente común era caminar codo con codo».

En 1993, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, Elie Wiesel tomó la palabra durante la ceremonia del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. A continuación les presentamos algunos extractos de su intervención:

  • «La cuestión es: ¿Cómo podemos vivir en paz y aspirar a la dignidad mientras que nuestros semejantes viven en situación de pobreza, soledad y desesperación? ¿Cómo puede, una sociedad civilizada, esperar un futuro seguro cuando tantas niñas y niños mueren de hambre y abandono?
  • Es difícil definir la pobreza en razón de su diversidad: se refugia detrás de demasiadas máscaras y se burla de demasiadas fronteras. Al tiempo enfermedad y maldición, señala por igual la vulnerabilidad del ser humano y la ausencia de valentía y de corazón de la sociedad que la cobija.
  • Como el hambre, que es su cara más visible y atroz, la miseria es acusación y condena a todas aquellas personas que deciden dejar pasar las cosas en vez de comprometerse en la lucha de la humanidad por la justicia y la solidaridad.
  • Antes, las víctimas de la pobreza se escondían o se ocultaban, como si tuvieran algo que reprochar, reparar o expiar.
  • Ahora, se pueden encontrar en todas partes —y son— a diferencia de las personas que desvían su mirada para no ver, en su mirada febril y angustiada, toda su desesperación.
  • Los ojos de la infancia demacrada de África, de los hombres y mujeres desarraigados en Bosnia. ¿Qué es lo que ven? ¿La muerte, la nada? ¿Dios, tal vez? Y Dios, esconde acaso su Rostro a Sus hijas e hijos? No lo sé. Lo que sé es que nosotros escondemos nuestro rostro a estas niñas y niños.
  • En el pasado pensábamos que la miseria estaba lejos de nosotros, siempre en otra parte, más allá de los océanos y las montañas, en otros países. Pero hoy, sabemos que no es así. Hoy, sabemos lo que tendríamos que haber sabido desde hace siglos, más precisamente desde hace décadas, que la miseria está en todas partes. La miseria existe bajo todos los regímenes, querida o tolerada por todas las ideologías, por todas las obsesiones raciales. ¿Aquí también? Sí, también aquí, en Nueva York, en esta gran ciudad próspera y de la abundancia, hay miseria, pobreza, desesperación, como en todas partes.
  • De hecho, la miseria existe donde no hay compasión; la pobreza está presente donde se ha destruido la bondad. Se encuentra en todos los lugares donde hombres, mujeres, niñas y niños —sobre todo la infancia— sufren el hambre, el miedo, la soledad y la enfermedad. La pobreza y la miseria aumentan y siguen aumentando en todas partes donde los seres humanos están excluidos y se sienten inútiles, en todas partes donde, extranjeros, padres e hijos, hombres y mujeres desarraigados deben hacer frente a fanatismos, colectivos o individuales, prejuicios y odio y por encima de todo, a la indiferencia. Hay miseria y pobreza cuando las personas adultas continúan viviendo sin felicidad y la juventud sin esperanza.
  • La miseria se instala cuando las plegarias para conseguir pan, agua, paz, dignidad o un techo dejan de ser recibidas y escuchadas.
  • Por eso la miseria es una vergüenza. No tanto para quienes sufren su implacable crueldad, sino para quienes aceptan la legitimidad misma de su existencia. Sé que quienes padecen hambre y miseria experimentan con frecuencia vergüenza, lo que hace de su trágica condición doblemente injusta e inaceptable. Solamente deben sentir vergüenza quienes, por su indiferencia culpable, no hacen nada para aliviar la suerte que corren las víctimas de la miseria.
  • Cuando dejamos que se extienda la pobreza, el hambre, la carencia de vivienda, la desesperación, la miseria extiende su reino y rebajamos la humanidad de quienes la padecen; esto es imperdonable». 

Tengamos el valor de observar y actuar, publicado en Revue Quart Monde °149 [Revista Cuarto Mundo nº149]