Caminando juntos

En 2017, ATD Cuarto Mundo hizo una invitación a escribir, ante situaciones de injusticia y extrema pobreza, historias reales de transformación que muestran que cuando nos unimos en una misma lucha podemos lograr que la miseria retroceda.
En nuestro sitio web para favorecer una expresión colectiva intentamos no firmar los artículos, salvo en casos excepcionales. En este caso se trata de personas precisas que intentan poner en valor historias experimentadas en primera persona.
La siguiente historia está escrita por Vivi Luis (Guatemala).

En dos oportunidades he trabajado en diferentes proyectos que proporcionan becas educativas para niños, niñas y jóvenes. Los dos proyectos me han permitido aprender la importancia de la relación entre escuela, alumnos y padres y madres de familia, pero también a valorar los esfuerzos que hacen los padres en el acompañamiento que hacen a sus hijos más allá del dinero que puedan recibir de otras personas fuera de su familia. La oportunidad de una beca escolar no siempre garantiza la permanencia de los niños, mucho menos su éxito.

A Doña Telma la conozco desde que era yo una niña, cuando vivíamos en el mismo asentamiento en la ciudad de Guatemala. Ella, junto con mi mamá, lavaba ropa ajena en el tanque municipal que estaba cerca de nuestra casa, mientras que yo jugaba con su hija mayor. Siempre fue una mujer con carácter fuerte, seria, que no se relacionaba con muchas personas… Dedicada a vender y a cuidar a sus hijos.

Años después, mi trabajo me llevó a estar de nuevo cerca de ella, esta vez para acompañar a tres de sus hijos que habían obtenido una beca de estudios. Ella nunca aprendió a leer y a escribir: la vida de su familia era muy difícil económicamente y nunca pudo ingresar a la escuela. Su vida difícil también se reflejaba en las dificultades que sus hijos tenían en la escuela. Su hija mayor no logró pasar el nivel primario, pues pronto tuvo que empezar a trabajar para apoyar la economía de la casa. En este tiempo, doña Telma no tenía suficiente confianza en ella misma para acompañar a sus hijos en sus estudios. No era fácil para ella hacerlo sin saber leer y escribir. Poco a poco, la he visto dar esos pasos de confianza que se reflejan, por ejemplo, el día en el que ella sola se atrevió a ir a la escuela para hablar con los maestros y conocer el avance de sus hijos. Las dos somos parte de ATD Cuarto Mundo en Guatemala y, a través de los años, durante los encuentros en los que participamos, cuando interviene su fuerza y su palabra son más evidentes. El acompañamiento y el apoyo de voluntarios de ATD Cuarto Mundo para animarla a dialogar con los profesores, el refuerzo escolar con varios niños de la comunidad, así como los intercambios con otros padres y madres han permitido a doña Telma comprender el rol que ella puede jugar para sostener a sus hijos en su aprendizaje.

Vi a doña Telma poner en práctica esa fuerza el día que la acompañé a la escuela de su hija. Se dirigió con total seguridad al profesor al hablarle de la situación de su hija: «Yo solamente defiendo los derechos de mis hijos», le dijo. Otra situación que habla de este camino, es cuando tuvo que ir a dormir dos noches a la puerta del instituto donde su hijo más pequeño tenía que estudiar. Él no logró superar el nivel primario a la edad establecida por el sistema y fue una de las razones por las que le dijeron que no podían aceptarlo para cursar sus estudios en el establecimiento. Aun cuando había recibido una respuesta negativa, ella continuó insistiendo, hasta que la directora salió y le dijo: «¿Usted no se cansa?», y ella respondió:

  • «Sí me canso, pero yo quiero que mi hijo estudie y no viva una vida dura en el futuro».

Esta insistencia sirvió para que, luego de un diálogo, la directora aceptara inscribirlo.

El año pasado, doña Telma vio cómo su segundo hijo se graduaba de los estudios de diseño gráfico. Ese día resaltaba la alegría, el orgullo, el amor… pero sobre todo vio su esfuerzo culminado. A pesar de que él tuvo una beca de estudios, fue necesario que la familia realizara grandes esfuerzos para asegurar la alimentación, la salud, el dinero para los pasajes de todos los días; sobre todo, el esfuerzo de doña Telma yendo al encuentro de los maestros a preguntar sobre su avance y sus dificultades.

Esta fuerza que ha adquirido puede compartirla a otras madres y padres de familia; por ejemplo en el apoyo que le brinda a su hermana para acompañar a sus hijos. Ella necesita vender todos los días para sostener económicamente a su familia y es a menudo doña Telma quien acude a las reuniones de la escuela de sus sobrinos, quien habla con ellos sobre la importancia de que estudien, quien algunas veces les prepara la comida, etc. Este apoyo permite a su hermana no estar sola en su responsabilidad de diálogo con los maestros de sus hijos.

Más allá de su familia, en su comunidad, está pendiente cuando sus vecinos tienen dificultades para enviar a los niños a la escuela.

Un tiempo atrás, me hablaba de una madre que iba a sacar a su hijo del instituto porque no tenía dinero para comprar los libros que le habían pedido. Doña Telma se ofreció para prestarlos y que le sacaran copias y así fuera más barato. Con esta idea la vecina vio que su hijo podría seguir estudiando.

La relación con doña Telma me ha mostrado que es mucho más fácil que los padres participen en la escuela cuando hay apertura y diálogo con respeto. Además, sus hijos se interesan más por los estudios y ganan más confianza; al mismo tiempo, avanzan con mayor seguridad cuando ven que sus padres están pendientes de lo que pasa en la escuela y son respetados por los maestros.

  • Lo importante es permitir que las personas puedan alzar su voz y defender sus derechos. Cuando logran esta fuerza pueden apoyarse unos a otros.

Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia