¿Para quién es el voluntariado?

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El Movimiento nació del compromiso de Joseph Wresinski y los voluntarias que se unieron a él. En 1958, eran personas, voluntarios, con «ganas» de actuar. Pero no todos y todas podían sostener esta vida sin ingresos. Joseph, pronto se dio cuenta de que, para quienes viven en la pobreza, cada partida era dolorosa, un abandono más en una vida de resistencia a la miseria. «Necesitamos un voluntariado permanente». Poco a poco, el Movimiento buscó maneras de compensar a los voluntarios para que pudieran quedarse. Mantuvimos el nombre de «voluntarios» porque tampoco somos asalariados.

Personalmente, juego con el sentido de la palabra: hay que querer ser voluntario de ATD Cuarto Mundo. Esto implica ser responsable y, por lo tanto, necesariamente libre – de hacerse voluntario y de salir. Nada impide ser aliado o militante del Movimiento, pero no sería justo que alguien se sintiera obligado a cumplir con las exigencias del voluntariado.

Entre los voluntarios permanentes, hay personas con diversas trayectorias. Por ejemplo, soy obrero de la construcción y estudié literatura. Hay médicos, artistas, organizadores comunitarios, ingenieros, maestros, terapeutas ocupacionales, personas con diploma de bachillerato, otras con formación técnica, etc. En este sentido, ser voluntario es para todas y todos. Joseph Wresinski dijo: «¡necesitamos de todo el mundo para erradicar la miseria!».

Daniel Marineau, Voluntario permanente

No es un empleo

Cuando empecé a trabajar para ATD, estaba en modo descubrimiento. Me embarqué con la ambición de estas personas y estos sueños, pensando: «Este año [seré voluntaria], luego haré algo diferente». El segundo año, pensé: «Lo que he aprendido, quiero ponerlo en práctica». El tercer año, me di cuenta de que «con ATD, podría viajar». El cuarto año, estuve en Guatemala, donde observé, escuché y aprendí. En mi quinto año, me di cuenta de que si solo iba a durar un año, ¿cómo pude dedicar cinco?

Estoy completando mi quinto año en ATD Cuarto Mundo y no puedo imaginar que este compromiso termine. Sin saberlo, ATD era el trabajo ideal: un empleo que cuida mi salud mental, me da un salario y me ofrece oportunidades en el extranjero.

Estos serían los beneficios de un empleo, pero no lo es. Vivo un compromiso que es un ideal de vida. Un ideal muy humano, que ofrece una vida en equipo horizontal, que abre el potencial de cada persona, que tiene un enfoque flexible del tiempo, que es un espacio de formación, en el aprecio por los nuevos encuentros y la calidad de las amistades.

Es sobre todo una elección: elijo atravesar por la pobreza para cambiar la sociedad. Me uno a la solidaridad en medio de la miseria. Me uno a quienes luchan por afirmarse: y a decir «No soy de piedra, soy humano», «Si pudiera soñar, no habría que comer. Me encargo de las preocupaciones para que mis hijos puedan soñar».

Me comprometo a ello con mi amor por el teatro, la literatura y la creatividad. Con tiempo, energía y compensación económica, recopilo pruebas vivientes entre el sufrimiento diario y la autoafirmación.

Entonces podría decir que soy una animadora sociocultural, pero esa sería una formulación errónea que demuestra la acción y olvida las repercusiones: Liberar la palabra, salir de la culpabilildad y lograr un cambio colectivo.

Marianne Marineau, Voluntaria permanente

Extracto del boletín de ATD Canadá de julio de 2025