Mensaje de la Delegación General por la edición 2025 del Día Mundial del Rechazo de la Miseria

«¿Por qué tenían semejante poder sobre mí? ¿Por qué creían ser los únicos que tenían razón? Por suerte tengo testigos de mi pasado. Si no, no me creerían.»

Estas son las preguntas que atormentan a una luchadora incansable contra la extrema probreza de Suiza. Estas mismas preguntas también atormentan a muchas otras personas de todo el mundo que sobreviven día tras día y no ven un futuro para las infancias y la juventud de hoy. Son personas y familias que necesitan testigos de su valentía y esperanza, que necesitan amistades y alianzas que compartan sus ambiciones para derribar obstáculos en conjunto.

  • Como el funcionario público de Senegal que, a pesar de la resistencia de su entorno, logró hacer que todas las infancias de su distrito tengan un certificado de nacimiento y puedan decir «nací, existo, estoy en la lista.»
  • Como las madres y los padres de Francia que se reúnen para dialogar con las y los profesionales del trabajo social, el cuerpo judicial, y las abogadas y abogados y pedir que se respeten sus derechos y se les otorgue el apoyo que necesitan. Una ayuda que, más que una asistencia, les permita empoderar a estas personas y sus alianzas. El futuro de las infancias depende de todas y todos.
  • Como las mujeres de Bolivia que se animan a reunirse para contar su realidad llena de vergüenza y culpabilidad debido a la violencia que sufren. Se dan cuenta de que no están solas viviendo esa realidad. Las causas van más allá del marco individual. Así que deciden capacitarse para adquirir los conocimientos y las habilidades para hacer frente a la violencia familiar con el objetivo de ir al encuentro de otras mujeres.
  • Como la juventud de la República Democrática del Congo que visita con frecuencia a una madre. Ella sigue transportando piedras de la cantera a pesar de que su empleador tiene problemas económicos debido a la guerra. Gracias a las visitas frecuentes ella ya no se siente abandonada, sino más bien respetada y consigue fuerzas para continuar por el bien de sus hijas e hijos que cría sola.

Todas estas personas nos demuestran que el maltrato, tanto social como institucional, no es una fatalidad. Es una violencia que destruye vidas, pero que también podemos detener si aprendemos de las personas que la sufren y nos unimos a su determinación para nunca rendirse y empoderarnos entre sí.

Hoy, desde todos los continentes del mundo, nos conmocionamos profundamente con la violencia que sufren pueblos enteros, quienes están sumidos en guerras descontroladas, catástrofes climáticas ignoradas, andando sin rumbo y con hambre. Parece que la inhumanidad está invadiendo el mundo y desestabilizándonos.

Corremos el gran riesgo de que tanta crueldad no nos deje ver los actos de valentía, de resistencia, de conciliación que también existen y son menos visibilizados. Corremos el gran riesgo de que no se escuche más, de que ya no se vea todo lo que hacen las personas que luchan incansablemente contra la extrema pobreza en todo el mundo, estas humildes personas que luchan a diario, arriesgándose a salir de las garras del poder de quienes lo ejercen para intentar ser libres, que buscan un camino de paz en circunstancias imposibles.

Hoy, la frase de Joseph Wresinski grabada en la placa de los Derechos Humanos en París está más vigente que nunca:

«El 17 de octubre de 1987, los defensores de derechos humanos y de la ciudadanía de todo el mundo se reunieron en este atrio. Rindieron homenaje a las víctimas del hambre, la ignorancia y la violencia. Afirmaron su convicción de que la miseria no es fatal. Proclamaron su solidaridad con quienes luchan para destruirla en todo el mundo.

Allí donde hay hombres y mujeres condenados a vivir en la miseria, los derechos humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado.»

Esta es una invitación para unirnos, no para ejercer poder sobre ciertas personas, sino para empoderar conjuntamente a cada persona para que se reconozcan su dignidad y sus derechos humanos.

Bruno Dabout, Martin Kalisa, Chantal Consolini-Thiébaud

Delegación General
Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo