No hay límites para aprender

Durante la Campaña Pobreza Nunca Más – Actuar Todos por la Dignidad, ATD Cuarto Mundo alentó la escritura de historias de resistencia y cambio, luchas colectivas que muestran que si las personas se unen pueden lograr que la miseria retroceda.
Historias de resistencia que ponen en evidencia que la miseria se puede evitar.

Por Masudi (Tanzania)

Me llamo Masudi y soy de Arusha, más concretamente del monte Meru. Ahora vivo cerca de la lonja de pescado, donde en ocasiones encuentro trabajo como pescador. Vivo con otros jóvenes en un barrio llamado «El Líbano»; muchos de esos jóvenes tienen una historia parecida a la mía y no pudieron continuar sus estudios.

Mi situación familiar era tan crítica que fue difícil para mí terminar los estudios. Para mi madre, mantenernos, a nivel económico, era demasiado difícil. Tuvo que criarnos ella sola. Siempre he querido estudiar, hice un ciclo de formación profesional para la producción de láminas métalicas, pero, una vez más, faltaban los medios. Entonces decidí dejar Arusha para ir a Dar es Salam, con la esperanza de que la vida sería más fácil. En primer lugar llegué a Ubungo, pero después vine hasta la lonja de pescado para ganar dinero y aquí es donde encontré otros jóvenes que vivían con lo poco que tenían.

Tras vivir aquí durante un año, conocí a Issa Mfaume que, justo una semana antes de que los cursos comenzaran, me animó a participar en una formación de alfabetización que se impartía en las oficinas de la lonja. Es alguién realmente determinado a motivar a las personas que viven cerca de la lonja a participar en los cursos de alfabetización. De hecho, fue él mismo quien me inscribió.

Asistir a clase fue algo muy bueno para mí porque no sabía ni leer ni escribir muy bien; lo que era un verdadero obstáculo para cumplir mi sueño. Mi sueño es escribir canciones porque soy cantante y me gusta cantar, pero hasta ahora, no podía leer las letras de las canciones, por lo que me resultaba más difícil cantar.

Intenté asistir a todas las clases aunque tengo algunos problemas de vista. Me dañé los ojos con el polvo que se produce al hacer trabajos de soldadura metálica, dado que no utilizábamos ninguna protección. Pero da igual, quiero aprender y esto me gusta, entonces, intento ponerme lo más cerca posible de la pizarra.

Ahora, para mí, las personas que asisten al curso son como una familia. Nos reunimos, dialogamos, nos ayudamos mutuamente. Si alguna persona no puede asistir a clase, o falta un día o vemos que poco a poco abandona, le ayudamos, porque siempre intentamos avanzar juntos.
Es lo que marca la diferencia con la escuela. En la escuela nunca era capaz de seguir totalmente el ritmo, pero aquí me siento libre, más responsable.

Saber leer y escribir es muy importante porque luchamos para superar los obstáculos en nuestro camino. Yo mismo siento que tengo una mente más abierta.

Mis compañeros de clase dicen que les ayuda frente a las dificultades que encuentran a diario en su comercio. Algunos dicen que les da libertad; por ejemplo cuando van a la ciudad porque pueden identificar el nombre de los diferentes lugares.

A todos nos gusta venir a clase y tener la sensación de avanzar, de ver como el mundo se abre ante nosotros.
En nuestra comunidad si sabes leer y escribir sientes que te respetan más, que te reconocen. Algunas personas dicen que es un alivio porque ahora se sienten parte de la comunidad, como todo el mundo.

A todas aquellas personas que todavía no han venido, que no se atreven a venir, les decimos: «Dejen de sentir vergüenza y únanse al grupo».

Cuando algunas personas me dicen que pierdo el tiempo y que tendría que ir a trabajar, les digo que no hay edad para aprender, que no hay un momento más favorable que otro. No hay límite para aprender. Lo más importante es no perder la esperanza.

Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia