Empaparse de las realidades de pobreza y no quedarse quieta

Foto: Festival del Saber de San Isidro, Madrid © ATD Cuarto Mundo España

En el Movimiento internacional ATD Cuarto Mundo se entrelazan múltiples caminos de compromiso posibles. Todos ellos buscan reforzar nuestros vínculos con aquellas personas que resisten a la pobreza extrema en su día a día, aprendiendo con ellas a construir sociedades más fraternas, justas y respetuosas de la dignidad de todas las personas y de los ecosistemas.

En una serie de artículos vamos a visibilizar algunas  experiencias de descubrimiento de estos caminos posibles. ¿Te animas a ser la siguiente persona en dar un nuevo paso en tu compromiso por la erradicación de la pobreza extrema?


Primero como aliada en las Bibliotecas de Calle y después como parte del equipo de ATD Cuarto Mundo en Madrid, Virginia Pintó Muñoz ha compaginado este compromiso con sus estudios universitarios desde hace más de cinco años. En este tiempo de descubrimiento, ha tenido la oportunidad de participar en acciones y proyectos muy diversos, comprometiéndose de muchas formas con la lucha contra la pobreza y con las personas que la viven. Virginia nos cuenta aquí su experiencia y reflexiones desde que empezó este camino.

¿Cuál fue tu primer encuentro con ATD Cuarto Mundo en España?

Yo descubrí ATD Cuarto Mundo a través de un Festival del Saber en el barrio de San Isidro, en Madrid. Era un verano muy largo, yo estaba cursando el Bachillerato y empecé a buscar voluntariados que me permitieran conocer otras realidades, aprender de otras formas.

ATD Cuarto Mundo me revolucionó porque me enseñó formas nuevas de entender la pobreza, me enseñó que la miseria existe en nuestras ciudades y me acercó al combate diario de las personas que la viven.

El Festival del Saber me pareció un lugar seguro y sincero, donde quien participaba lo hacía desde la ilusión y desde el cariño. Todo el mundo aportaba algo, tanto las niñas como las animadoras, y eso rompió muchos esquemas de cómo yo concebía las ONGs y el trabajo con la infancia. Y me hizo querer saber más, claro.

¿Qué hizo que quisieras participar?

La forma que tiene ATD Cuarto Mundo de entender a las personas y nuestras relaciones con ellas.

Un voluntariado con unas cuantas niñas de un barrio estigmatizado durante unas semanas en verano puede hacerlo y lo hace un gran número de asociaciones en todas partes. Pero darle sentido, contar con la participación real de las familias, escuchar e invitar a cada niña, ir a su búsqueda… Entender el porqué de las frustraciones de aquella madre, el porqué del miedo a expresarse de este niño o por qué San Isidro era un barrio importante en el que estar fue lo que hizo que me quedara.

Después me uní también a la Biblioteca de Calle que ocurría en ese mismo barrio durante el curso. Eso me permitió ir mucho más allá en mi compromiso y me hizo comprender el valor de la constancia y de la cercanía para la relación con el barrio y las familias que lo habitan.

Escuchar la voz y experiencias de las personas que encontrábamos me movilizó por dentro e hizo rodar una rueda que hoy todavía no ha parado de girar.

¿En qué tipo de actividades has participado en este descubrimiento de ATD Cuarto Mundo?

Este descubrimiento implica -al menos en Madrid- estar dentro del equipo junto con los voluntarios permanentes. Eso quiere decir que, además de participar en las reuniones semanales de equipo, participo en varias acciones que tenemos en marcha ahora mismo.

Desde que empecé hace dos años y medio he participado en el Festival del Saber y la Biblioteca de Calle de San Isidro, y también como animadora del Grupo Tapori que surgió en este barrio cuando terminaron las Bibliotecas de Calle.

También he estado en un proceso de búsqueda de nuevos lugares, donde tratábamos de conocer e identificar los barrios más señalados en Madrid por su pobreza.

He estado en el equipo de Comunicación que se encarga de las redes sociales, de la página web y de la publicación de los Ecos del Cuarto Mundo, un pequeño periódico donde compartimos momentos especiales y asuntos importantes de ATD Cuarto Mundo en Madrid.

De este equipo he aprendido mucho sobre cómo comunicamos la pobreza y los combates y denuncias de las personas que la viven; sobre cómo hacer una comunicación en positivo, que construya, y no una que victimice o utilice a las personas.

He estado en el Grupo Encuentro que se reúne una vez por semana para tener un espacio libre en el que conversar y aprender juntos a partir de sus experiencias comunes de vida. He participado en los Campamentos Tapori de verano, en salidas de vacaciones con las familias, en el equipo de formación y en el acompañamiento escolar que pusimos en marcha a raíz del confinamiento y que a día de hoy seguimos haciendo.

También soy participante en las Universidades Populares, el 17 de Octubre (Día internacional para la erradicación de la pobreza) y en el Cruce de Saberes que está teniendo lugar ahora mismo en Madrid.

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Pero la acción que más adentro tengo, de la que aprendo todos los días y en la que pongo muchas fuerzas desde que empecé en 2019 ha sido el grupo de Jóvenes que ha evolucionado, ha tenido subidas y bajadas, nuevas incorporaciones, despedidas y grandes momentos que me van a marcar para siempre.

Este grupo de adolescentes me enseña todas las semanas que nunca podemos conformarnos, que nunca lo sabremos todo y que cada día tenemos mucho que escuchar y reflexionar con otras personas.

¿Qué caras de la pobreza has podido descubrir en este tiempo? ¿Qué has aprendido?

He descubierto la vergüenza, que pasa de generación en generación y que relega muchas realidades a las sombras por el fuerte miedo que da ser señalado, el terror de que la discriminación se acentúe.

He aprendido la importancia de la participación y de reconocer y recordar el valor tan grande de las aportaciones de las personas con esta experiencia. Lo potente que puede ser la palabra y la empatía como herramienta.

He descubierto que esta lucha es diaria y es frustrante, negarlo sería una mentira. Que no es fácil levantarse diariamente en una sociedad que te empuja fuera y te culpa de tu exclusión y tus miserias.

Pero lo que más he aprendido es el poder que tiene cada persona dentro para cambiarlo desde su lugar, siempre partiendo de la voz de quienes viven esa injusticia.

Es decir, que todas estas injusticias no pueden paralizarnos y que las pequeñas victorias pueden ser gigantes cuando la sociedad sólo espera de ti fracasos.

¿Podrías compartir con nosotros el recuerdo de un momento especial?

Hay un momento que voy a tener siempre guardado muy dentro, para darme fuerzas cuando siento que las cosas no funcionan, cuando me superan las frustraciones: el día que el grupo de Jóvenes descubrió el Centro internacional, en Méry-sur-Oise (Francia), va a tener siempre un lugar especial en mi paso por este movimiento.

El verano pasado fuimos a Francia para conocer al grupo joven de Noisy-le-Grand y, a modo de despedida, viajamos juntas al Centro Internacional. Era la primera vez que íbamos -también para mí- y allí algo nos hizo clic.

Es una sensación difícil de explicar esa de llegar a un lugar desconocido y sentirlo como tu lugar, como un sitio de pertenencia.

A las jóvenes les revolvió por dentro conocer a tantas personas que, desde diferentes partes del mundo, compartían un combate con sus familias; encontrarse fotos de militantes de Madrid por el Centro; que les hablasen de su barrio con tanto cariño; que les dijeran ‘tu madre es un ejemplo de lucha, tienes que estar orgullosa’.

Allí pudieron recorrer los recovecos, escuchar las historias que el Centro guarda y verse reflejadas en muchas de ellas. Fue un momento lleno de fuerza en el que estas adolescentes se reconocieron como parte de un movimiento mucho más grande que Madrid y mucho más. Para mí es de los momentos más potentes que he vivido por ahora, marcó un antes y un después.

¿Cómo percibes tu papel en este descubrimiento?

Yo tengo muy claro que mi papel es el de aprender. He venido un poco a ser una esponja y absorber todo lo que me pueden enseñar las personas que voy encontrando. Eso también he tenido que aprenderlo, porque no siempre sabemos como escuchar de verdad y dejarnos llevar por la empatía. Sobre todo, puede ser difícil deshacernos de esos juicios que tanto daño hacen pero que nos han sido forjados a hierro desde que somos pequeñas.

En este descubrimiento he asumido que el encuentro con la pobreza puede ser muy doloroso cuando te dejas empapar por las realidades de las personas, pero hay que dejarse movilizar. Ahí está la fuerza de ATD Cuarto Mundo, en no quedarse quieta una vez que has conocido la injusticia.

Para mí descubrir este movimiento ha sido estar abierta a construir, a acompañar y a aprender con quien lucha diariamente contra la pobreza y sus estigmas.

¿El Movimiento ATD Cuarto Mundo cambia la vida de las personas? ¿En qué te ha cambiado a ti personalmente?

Si no creyera en que ATD Cuarto Mundo transforma vidas y realidades no estaría aquí ahora.

En estos cinco años en los que he participado en diferentes acciones de este movimiento me he convertido en actriz de cambio y, lo que es más importante, he acompañado a otras personas a poder serlo también.

Me parece que una de las cosas más revolucionarias de este movimiento es que cada persona cuenta y todo debe dirigirse a que su participación sea efectiva siempre. Eso cambia la vida de las personas, precisamente porque se espera que ellas mismas puedan generar cambio, es algo muy valioso.

Ahora, allá donde voy tengo siempre en mente las realidades de las personas en situación de pobreza, llevo esa lucha como una parte de mí ya.

Fotos: © ATD Cuarto Mundo España