Día Universal de la Infancia

Hace 60 años que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el Día Universal de la Infancia para promover a nivel mundial la sensibilización sobre la importancia de mejorar la vida de las niñas y niños. Se celebra cada año el 20 de noviembre, porque en una fecha como esta, en 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por primera vez la Declaración de los Derechos del Niño, y después, el 20 de noviembre de 1989, la Convención sobre los Derechos del Niño (1).

A lo largo de estos años, uno de los esfuerzos continuos realizados para mejorar la vida de las niñas y niños se ha dedicado a garantizar que todos los niños reciben educación. Se reconoce ampliamente que la educación es fundamental para el desarrollo de la infancia y para fomentar su capacidad de participación en la sociedad donde viven. Las familias que viven en situación de extrema pobreza son plenamente conscientes de ello y han subrayado repetidas veces que la educación es esencial para garantizar un mejor futuro para sus hijas e hijos, que les permita superar por sí mismos la situación de pobreza.

También las niñas y niños son conscientes de ello. Cuando en 2010, el movimiento Tapori, rama infantil de  ATD Cuarto Mundo, invitó a las niñas y niños a explicar sus necesidades y las iniciativas que ya llevan a cabo para aprender y para ayudar a otros a aprender, cerca de 4 500 niñas y niños respondieron. Dejaron claro que aprenden de sus familias y de las personas cercanas tanto como de la escuela, y que la educación forma una parte importante y esencial de su vida diaria. Pero se deben cumplir algunas condiciones para que sean capaces de disfrutar del derecho a la educación. La simple inscripción de las niñas y niños a la escuela no garantiza que en el futuro sean capaces de permanecer en ellas y aprender.

Muchas niñas y niños, como Boris de Mauricio, señalan que a causa de la pobreza se viola el derecho a la educación:

  • «Algunas niños no van a la escuela porque no tienen nada que comer, no tienen dinero».

Otros, como José, de Perú, hablan de la soledad e incluso de la exclusión:

  • «Me gusta ir a la escuela. Pero cuando los demás se burlan de mí, me molesta y me siento mal, y puede que no regrese de nuevo a la escuela».

Destacan el importante papel que desempeña el docente y la necesidad de contar con un clima de paz y de apoyo mutuo en el aula. Pero muchos también reconocen el papel que ellos mismos pueden desempeñar a la hora de garantizar el derecho a la escuela, conscientes del hecho de que familias en situación de pobreza no envían a sus amigas y amigos a la escuela.

Asimismo Boris afirma:

  • «Podemos ayudar a nuestros amigos, podemos darles un trozo de pan si no lo tienen. Quienes sí pueden ir a la escuela pueden enseñar a leer a quienes no pueden ir».

El grupo Tapori de República Democrática del Congo reconoce también la importancia de garantizar que cada menor se sienta aceptado:

  • «Muchos niños no van a la escuela porque se ven excluidos por los demás o porque les acosan. Todos necesitan que se hable con ellos. Para aprender, debemos estar unidos, cada persona debe tener un lugar propio».

Cuando se pregunta cómo sería la escuela de sus sueños, esto es lo que Karamba, de Francia, dice:

  • «La escuela de mis sueños es maravillosa. Está hermosamente decorada. Escuchas a tu maestra, que explica las cosas y no te regaña, te hace reír. Los demás niños son amables unos con otros y aprenden mucho. Tenemos el material necesario. Aprendemos vocabulario, gramática, matemáticas, ciencias y ciudadanía. …A las cuatro en punto nuestras familias nos están esperando».

El conjunto de citas está tomado de: Yes, I love to learn! [¡Sí, me gusta aprender!, actualmente disponible en inglés y en francés] Ediciones Cuarto Mundo, 12, rue Pasteur 95480, Pierrelaye, France. Véase http://www.atd-fourthworld.org/flyer-yes-love-learn/

(1) El artículo 28 de la Convención sobre los Derechos del Niño declara que los Estados Partes se esforzarán por «Implantar la enseñanza primaria obligatoria y gratuita para todos». En su artículo 29, los Estados Partes convienen en que la educación del niño deberá estar encaminada a:  «Desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades; Preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos y personas de origen indígena».