«Somos recicladores»

Este artículo recoge extractos de la entrevista realizada el 27 de marzo de 2017 a Antonio Jiménez Gabarre (Toni), militante Cuarto Mundo en ATD Cuarto Mundo Madrid, España.

Antonio Jiménez Gabarre desde hace años se expresa sobre los derechos, libertades y ambiciones que tiene para sí mismo, para las personas y comunidades en situación de pobreza y para la sociedad. En una Universidad Popular Cuarto Mundo celebrada en Madrid subrayaba:

  • “No somos pobres, no somos personas sin hogar, somos personas con falta de oportunidades. Quiero ser autosuficiente para poder tener una vivienda y alimentar a mi familia. Quiero contribuir con nuestra sociedad, por eso quiero en un futuro un trabajo que me permita dejar de cobrar la renta mínima”.

En el siguiente artículo Toni analiza el contexto de trabajo que realiza a diario para poder vivir y las consecuencias que las políticas públicas tienen en él mismo y hacen cada día más difícil ser autosuficiente y ganarse la vida con su propio esfuerzo.

“Vivo en España, en un pueblo pequeño. En casa éramos cinco niños. Mi padre era taxista y mi madre ama de casa. Cuando mi padre falleció, la cosa fue de mal en peor, hasta que llegamos a estar en la calle. La única alternativa de trabajo que tuvo ella fue la de la chatarra, es así como yo aprendí también, porque lo he visto de ella (de mi madre).

Lucho todos los días por algo muy básico: por alimentar a mi familia, por traer todos los días el pan a mi casa. Como a muchas otras personas me ha tocado una vida difícil. Para buscarme la vida tengo que ir con mi bici azul de un pueblo a otro donde hay edificios, para encontrar chatarra.

  • Somos recicladores, enormes cantidades de minerales que antes iban a parar al vertedero que nadie los recuperaba y que nadie se interesaba en ellos, ahora son recuperados.

Hace 3 o 4 años que la chatarra ha bajado de precio en España y hay que llevar una cantidad enorme para ganar un poquito de dinero, que con una bici no puedes transportarla. Yo no tengo acceso a las demoliciones o a los desechos en grandes escalas, no tengo poder para que me den eso. A lo que tengo acceso es a lo poquito que tira la gente en la calle: una sartén, una olla, una lata, cuatro hierros que hacen una chapuza.

La chatarrería se ha puesto de moda para muchos empresarios que han ido a la quiebra por la crisis y son las multinacionales que tienen acceso a recuperar cantidades enormes, a diferencia de los chatarreros pequeños que solo lo hacen por subsistir. Además es el Ayuntamiento de Madrid, el Estado de España que ha dado luz verde para que hagan grandes fortunas. Si yo fuera rico con la chatarra tendría una gran casa, no viviría en la calle, no pasaría hambre, no tendría cortes (muestra sus manos), no me hubiera lesionado muchas veces, tendría gente trabajando para mí.

Ahora hay un seguimiento de control a los chatarreros, anotan los nombres, las cantidades y se lo envían al Estado. Han puesto un baremo (escala) si alguien se pasa de este baremo tiene que pagar al Estado. Este control se hace a través de la venta de la chatarra. Pagan en efectivo, pero toda la papelería la mandan al Estado, a las entidades autónomas y a los ayuntamientos, a las haciendas; toda la información va a parar allí. Si una persona tiene un coche que está destartalado, que no vale ni para chatarra, porque se busca la vida con él, se lo embargan, le quitan su modo de vida.

También han puesto puntos limpios, que son unos sitios donde la gente lleva todo lo que ya no quiere. Estos puntos limpios los gestionan amigos del Estado, amigos de los altos cargos, por eso la recuperación es mucho más difícil ahora para nosotros. Todo lo que echan en los contenedores o todo lo que está al lado del contenedor es del Estado. Está prohibido tomarlo, te multan.

Dicen que es por el medio ambiente, pero realmente no, lo que quieren es controlar todo. Han visto que a lo mejor somos muchos los que recuperamos la chatarra y ganamos poquito dinero pero entre todos hacemos una gran suma de dinero, han visto que se les escapa mucho dinero y quieren que todo vaya a parar a sus manos. Los desechos siempre van a existir y han visto que son una gran fuente de dinero.

Hoy en día mi bici azul está aparcada, guardada en mi casa. Trabajo como vigilante nocturno, doce horas por noche, para una empresa de transporte que tiene unos quince camiones. Me dieron una pequeña habitación y mi trabajo consiste en abrir el lugar a los camiones cuando llegan y ayudar a descargar. Me pagan 600 € por mes. Este trabajo no me permite compartir con mi familia, pasar todo el tiempo que quiero con ellos. Le estoy pagando al que me tiene contratado, a mi jefe, con lo más preciado que tengo: con mi propia vida, con mi tiempo.

Yo no sé leer ni escribir, pero he hecho fotografías, esculturas, he escrito dos cuentos y un libro, no con mis propias manos pero si con mi inteligencia. Fui pidiendo a mis familiares, a mis amigos, a mis hijos, a mi mujer que escribiera, y gracias a toda esa gente que ha querido prestar su tiempo, que ha querido poner un granito de arena en lo que yo hacía, he conseguido también hacer un libro de poesía. A partir de allí me gustó y vi que era una manera con la que yo podía denunciar cosas, porque solo con mis palabras no valía.

Me falta tiempo para poder aprender a leer y a escribir porque si tomo el tiempo para eso mi familia no come. Lo he intentado, después de la escuela he ido a buscarme la vida con la chatarra, pero muchas veces con cuatro horas no es suficiente para ganarse un poco de dinero. Es una pena que haya gente que tiene una infinidad de cosas por compartir y que no haya oportunidad.

Nosotros no pedimos grandes lujos, pedimos cambios en la sociedad, es algo justo por la dignidad de las personas, por el bienestar de todos, porque estamos cansados de la pobreza, porque no queremos que la viva más gente, no queremos que la sufran nuestros hijos, somos personas, somos humanos, tenemos corazón y nos duele. Tiene que ser delito que una familia no se pueda alimentar, que una familia esté en la calle, que un niño en el otro lado del mundo se muera. La vida siempre está en el último peldaño, el materialismo está por encima de todo. Yo no digo que nos regalen las cosas, que no se pague nada”.

Pero Antonio prefiere contar esta vida en el último peldaño con su poesía.

  • “Sus manos acartonadas en el frío se encuentran,
    su cuerpo y su vida han pasado a ser parte de la calle.
    Sus pies son los antiguos tranvías que siguen en funcionamiento por las calles de Madrid.
    Su vagón de carga es un simple carrito de la compra, o una maleta de viaje.
    Este tranvía va conducido por un hombre con las manos acartonadas, acartonadas por el frío.
    Va sin paradas, sin rumbo a una estación.
    En su paso incansable por calles y barrios cada día se ven más tranvías.
    Más tranvías viejos se encuentran sin estación durmiendo en la calle,
    por las ventanas acristaladas de la Caixa y Caja Madrid 1 se ve caer el agua.
    Su cama son los bancos acartonados de la calle.
    Esas manos acartonadas un día sintieron también el calor de abrir una puerta y tener un hogar.
    Ahora solo abren las puertas de la calle”.

Antonio Jiménez Gabarre ha publicado también el libro de poesía Av. de la Gavia.

Para saber más sobre los recicladores, véase la página web de la Alianza Global de Recicladores.

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