«Solo pedimos ser tratados como personas»

«Un ser humano es alguien a quien se reconoce como «persona»…
¡Amo, por lo tanto soy un ser humano! ¡Medito, por lo tanto soy un ser humano! ¡Rezo, por lo tanto soy un ser humano! ¡Creo, por lo tanto soy un ser humano!».        

Joseph Wresinski, El Derecho a Ser Humano1980

Pasados 30 años de la Convención sobre los Derechos de la Infancia, las familias que viven la extrema pobreza nos siguen interpelando con sus testimonios, pero sobre todo con sus vidas.

Los vecinos del barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla, uno de los más abandonados de España, dijeron ya en su día en una asamblea de ATD Cuarto Mundo que el derecho a la educación de sus hijos pasaba por que al menos un miembro de la familia tuviera un trabajo reconocido y suficientemente remunerado. En este barrio casi todas las familias tienen a todos sus miembros en paro, son los llamados parados de larga duración.

Hoy día, los vecinos siguen opinando lo mismo: «Para una educación en condiciones, hace falta un trabajo en cada casa». Y cuando les preguntamos por los Derechos del Niño, nos devuelven la pregunta:

  • «¿De qué sirven los Derechos del Niño si los padres no somos tratados como personas?»

Una lucha constante por la dignidad

Hablamos con Santi, un padre de familia viudo del barrio que ha trabajado siempre sin descanso. Nos dice:

«He trabajado en la construcción, como mecánico, albañil, electricista…y cuando no hay nada recojo chatarra porque lo que más espanto me da es llegar a mi casa y que no haya nada para comer».

Desde hace unos años lucha por adquirir una licencia municipal para su quiosco:

«Yo quiero trabajar, ganar dinero para mi familia honradamente pero es difícil, cuando menos lo espero vienen y me lo quitan, entonces me quedo derrumbado porque tengo cuatro hijos, y no tengo ninguna ayuda. Solo queremos que se nos reconozca como personas, somos personas y tenemos derecho a vivir honradamente,  no queremos un trato diferente a los demás, queremos poder pagar lo que nos toque pagar. Por eso trato de conseguir todo el apoyo posible para tener ese permiso. Estoy demostrando que lo que quiero es un sueldo para poder mantener a mi familia de forma decente, y como yo otras familias del barrio, pero necesitamos el apoyo del pueblo, que apuesten por nosotros, porque aquí hay personas y queremos salir adelante con honradez y dejar de vivir siempre con miedo.

En las Tres Mil Viviendas apenas tenemos servicios, para cualquier cosa tienes que salir del barrio y hay personas que no pueden hacerlo. Es difícil acceder a periódicos, a revistas, a material de papelería. Yo quiero dar ese servicio a las familias de aquí y poder vivir de ello, igual que otras personas en el resto de la ciudad. Es bueno para las personas mayores y para los niños, y no hago daño a nadie.

Tengo cuatro hijos, mi mujer murió y yo intentaba llevarlo todo para adelante. Un día mi hija llegó del instituto y me vio llorando porque no podía más. En ese momento ella dijo: «No voy más al instituto».

Ella, junto a su padre, han sostenido la familia, a sus dos hermanos y su hermana pequeña, una de las primeras niñas de la Biblioteca de Calle de ATD Cuarto Mundo Sevilla que ahora va al instituto y que forma parte del grupo Tapori de Sevilla.

Educación dentro y fuera de la escuela

Las familias del barrio a menudo ven cómo sus hijos tienen que dejar sus estudios porque no pueden sostenerlos, dicen:

«La gente se cree que a nosotros no nos importa que nuestros  hijos estudien pero se equivocan».

Estos padres y madres saben que la educación va más allá de los estudios, se sienten responsables y tratan de darles un buen ejemplo. Santi:

«Si no se nos dan oportunidades, ¿a qué se nos está empujando?  Si nuestros hijos ven que ganamos la vida decentemente ellos aprenderán lo mismo, pero si nos ven que intentamos sin parar ser honrados y no salimos de hoyo, ¿qué están aprendiendo nuestros hijos?».

La esperanza en la solidaridad

Muchos padres  que intentan sobrevivir acumulan multas impuestas por recoger chatarra, actividad actualmente penalizada. A veces acaban pagando con cárcel, o tienen que irse a trabajar lejos para conseguir pagar, como le ocurrió a Santi. En ocasiones como estas es la solidaridad de las familias del barrio la que  garantiza  la seguridad y derechos de esos niños y niñas.

El sueño de Santi es que su hija pueda algún día continuar sus estudios, sabe que es difícil, sin embargo mira la vida con esperanza.

Sobre todo, este padre es un ejemplo  de solidaridad, siempre apostando por la dignidad de su comunidad, por dar valor a los jóvenes animándolos a unirse. Santi es miembro de Tres Mil Ideas, una asociación creada por familias del barrio para poner en común sus conocimientos, sus saberes, sus esperanzas y juntos hacer frente a sus miedos:

  • «Tenemos que apoyarnos unos a otros. Tenemos que hacer entender al mundo las circunstancias en las que nos encontramos y comunicar que hay gente que necesitamos del respaldo de los demás pero que sabemos hacer cosas y que tenemos derecho a vivir  honradamente».

«La peor desgracia del hombre no es tener hambre o no saber leer, no es que la familia no tenga de qué vivir ni con qué alegrarse, no es siquiera no tener trabajo. La peor desgracia del hombre es saberse privado de todo ello por desprecio, verse ajeno al reparto, literalmente tratado como un fuera de la ley, porque no ven en ti a un ser humano, a un sujeto de derechos, digno de compartir y de participar».

Joseph Wresinski, El Pueblo Del Cuarto Mundo, una llamada urgente a replantear los Derechos Humanos, 1980.