Ofrecer una mirada de bienvenida

  • «Con motivo el Día Internacional de la Mujer, 8 de Marzo, desde el sitio web del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo nos gustaría invitar al mundo entero a pararse y escuchar a mujeres que desde su situación de extrema pobreza, desde su situación de defensoras de los derechos humanos, desde su situación de resistentes,  actúan en favor de su medio social, en favor de otras mujeres pobres como ellas, en favor de una sociedad libre de extrema pobreza.
  • Si estas mujeres paran, el mundo para».

Por François Jomini, voluntario permanente de ATD Cuarto Mundo.

Laurence es una joven mujer que sabe lo que es vivir en situación de pobreza y también conoce la vida errante en su propio paísm Suiza. Sabe lo que significa no ser bienvenido en ningún sitio. Ya ha pasado por la experiencia de vivir en la calle. Así, Laurence pasa sus noches en centros de albergue de emergencia.

Con frecuencia llega a los centros antes, desde que abren, para poder recibir a quienes vendrán más tarde. Cuando una mujer llega al dormitorio común del centro por primera vez, con la marca de cansancio y de miedo en su rostro, le tiende la mano y se presenta por su nombre. Laurence se acerca a la persona, pues conoce bien la angustia de ser extranjera en un lugar como este. ¿Tal vez esta mujer está enferma? Entonces, previsora, Laurence le indica a quién dirigirse, le conduce hasta donde puede conseguir lo que necesita. “Cuando no se conoce a nadie, se tiene miedo de preguntar”. Habla de una joven refugiada que parecía especialmente perdida. Pensaba que para ella sería difícil ir hasta el sótano para recibir la vestimenta del responsable de la distribución, entonces, Laurence le acompaña.

“Es preciso tomarse el tiempo necesario, explicar lentamente. Hablo algunas palabras en distintos idiomas, y cuando no tengo palabras, me quedan los gestos”.

Laurence no se echa flores.”Para mí es a través de estos detalles que se expresa la bienvenida”. Nada más normal. Menciona mujeres romanís que no hablan su idioma, pero que son tan amables, acogedoras y que se preocupan maternalmente por las demás personas.

“Podríamos pensar que por la vida que han tenido, por haber sido expulsadas de todas partes, se habrían vuelto personas duras, pero no…»

Su mirada se enciende al hablar de estas mujeres. Así, con medias palabras, Laurence deja entrever toda la humanidad que existe en un centro de albergue de emergencia, un lugar destinado a no ser nunca considerado como un hogar. Esta humanidad no reposa en la estructura ni únicamente en los profesionales responsables de ella.

Son las mujeres mismas que conocen el rechazo, el abandono y la indiferencia de la calle que contribuyen a introducir en estas paredes anónimas la benevolencia, la atención, la tolerancia y el amor. Son ellas quienes viven y llenan de alma estas paredes.

Confrontado con esta tentación del mundo actual por construir muros ciegos, me gusta sumarme a Laurence en la luminosidad cruda de la realidad, en su mirada límpida, en la lucidez de su acción inmediata, verdadera y espontánea. La única acción capaz de transformar el mundo sin ruido. Aquí, aunque no haya nada que prepare el mutuo encuentro, las mujeres y los hombres se atreven aún a mirarse a los ojos, y ofrecer una mirada de bienvenida.