Esas vidas que ya no quiero acallar

Escrito por Guendouz Bensidhoum,  voluntario permanente del Movimiento international ATD Cuarto Mundo y artista. En este artículo Guendouz presenta tres de sus últimas obras en memoria de todas esas personas con las que creció y que se niega a que caigan en el olvido.


Estas vidas pertenecen a las personas con las que crecí en este barrio provisional1 de Creteil, situado a 13 kilómetros de París.

Recuerdo, siendo niño, el jardín con césped impecable en el que habían clavado bien profundamente un cartel esmaltado en el que se podía leer “prohibido pisar el césped, la infracción será penalizada con una multa”. Cuando una pelota lanzada demasiado lejos aterrizaba en el césped, el silbato del guarda interrumpía el partido. Cuando la ropa colgaba de las ventanas, la amenaza era recibir una multa. Estas eran las maneras de llamar al orden a todas esas familias que no tenían otra opción que infringir las reglas. ¿Cómo evitar esos juegos de pelota en ese solar sin cancha deportiva? ¿Cómo, en esas diminutas viviendas, secar la ropa de una familia de entre 6 y 8 miembros?

Mis padres eran inmigrantes y tenían pensado volver a su casa, allá, en Argelia, cuando la economía se lo permitiera y, sobre todo, cuando sus hijos hubieran terminado el colegio y tuvieran un título de formación profesional, útil para el desarrollo de su país de origen, lo que les garantizaría reintegrarse fácilmente en la sociedad. Todo esto era una utopía, nuestros padres tuvieron que resignarse y abandonar ese proyecto como la mayor parte de los inmigrantes. Entretanto, la escuela era, desde su punto de vista, el símbolo del éxito, especialmente porque ellos eran analfabetos como casi todos los inmigrantes adultos del barrio.

Yo en este barrio hasta los 24 años (1984). Pero mi madre y mi hermana no se marcharon hasta el 2002, 40 años después de su llegada. En este barrio marginal, supuestamente, “provisional”, vivieron familias desde 1962 hasta 2018.

Tras todos estos años en este barrio, siento rencor, víctima o testigo de tantas injusticias y humillaciones, y especialmente en la escuela. Este lugar tendría que haber sido una oportunidad para todos nosotros, pero finalmente nos reservaba un lugar que nadie envidiaba. De todas maneras no se nos ofrecía una alternativa mejor. Y luego, el gran desperdicio, esa juventud abandonada a su propia suerte que, para entretenerse, mataba el tiempo deambulando por el centro comercial, templo del consumo, con la esperanza de encontrar una oportunidad prometedora, un trabajo en el servicio de mantenimiento o de cajera para las mujeres…Y cuando no se presentaba nada, quedaba entonces solo la desesperación o buscarse la vida, lo que a menudo conducía a aceptar lo inaceptable.

Tengo grabados en mi mente todos esos rostros de chicos y chicas condenados a ser menospreciados solo por haber nacido en la miseria, en la pobreza. Todos estos jóvenes, fallecieron demasiado pronto por culpa de la droga, el alcohol o las enfermedades. Para mí, han sido víctimas de una doble pena, por un lado el haber nacido en la miseria y por otro lado, el no haber sido considerados por alguno de los tantos programas que existen supuestamente para “beneficiar a jóvenes desfavorecidos”.

Aún resuenan en mi mente las palabras que Joseph Wresinski , fundador de ATD Cuarto Mundo, proclamó en la plaza de las libertades, de los Derechos Humanos, y de los Ciudadanos en el Trocadero en 1987, ¡Hablaba de nuestras vidas! Aludía a la valentía y a la voluntad de ser útil, de amar y de ser amado.

Por petición del obispo de su iglesia, en 1956, se reunió con las familias pobres del asentamiento de familias sin techo, en Noisy-le-Grand, cerca de París. Allí se encontró con la misma miseria que ya había conocido con su familia, en Angers. Junto a los habitantes del asentamiento, creó la primera asociación que representa los primeros pasos del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo, en el que el objetivo de los voluntarios permanentes es ir al encuentro de familias desfavorecidas y en situación de exclusión social en los cinco continentes.

En 2015, comprendí que la pintura podía servir para retratar estas vidas. Se me habían agotado las palabras y la convicción para decir hasta qué punto estas existencias maltratadas eran intolerables, injustas. Resurgieron entonces en mi memoria estos rostros que no podía olvidar.

La pintura artística me permitió ver que podía existir de una manera diferente de cara a la gente, recibir el reconocimiento de los demás, y sentir, de alguna manera, que me valoraban.

Me entraron muchas ganas de pintar mi barrio. Quién sabe, tal vez permitiría que la gente descubriera historias inesperadas, o incluso algunos podrían acordarse de personas pobres con las que se cruzaban a diario sin llegar nunca a conocer ni a comprender sus vidas.

Trazaba escenarios indescriptibles solo con palabras; tan solo la magia de los colores podía conseguir hablar de ellos. He tardado seis años en realizar esta obra.

Mi enfoque está guiado por recuerdos de momentos significativos, duros, violentos pero también de felicidad, de alegría compartida con amigos o con mis vecinos. Tuve claro rápidamente que estos cuadros tendrían grandes dimensiones para que no se pudieran poner al fondo de un pasillo que lleva al baño o en cualquier otro lugar poco frecuentado.

El conjunto consta de tres cuadros.

« Esas vidas que ya no quiero acallar », infancia – ATD Cuarto Mundo © Guendouz Bensidoum, 2019.

El primero evoca mi infancia y mis amigos de la infancia. Mientras lo pintaba, me di cuenta de que se trataba de un homenaje a esas chicas y mujeres que luchan para que la familia permanezca unida. Es un homenaje para esas madres adolescentes privadas de juventud. Y puesto que hablo de la infancia, hablo de la inevitable escuela, pero también de los amigos, los juegos…¡la vida a fin de cuentas!

« Esas vidas que ya no quiero acallar », adolescencia – ATD Cuarto Mundo © Guendouz Bensidoum, 2020.

El segundo cuadro habla de la adolescencia y de la entrada en la edad adulta. Fue un período difícil en el que la violencia por asuntos de drogas, el paro, la inutilidad, la experiencia de la exclusión de cara al exterior, a la ciudad, estaban siempre presentes. Sin embargo, también fue el período de descubrir el amor, los sueños, los viajes, los estudios, facetas de la vida que constituyen un premio de lotería que, a la mayoría de nosotros, nunca nos había tocado.

Algunos fallecieron prematuramente, víctimas de todas estas violencias.

« Esas vidas que ya no quiero acallar », edad adulta – ATD Cuarto Mundo © Guendouz Bensidoum, 2021.

El tercer cuadro nos muestra un pueblo, personas excluidas que nunca dejaron de creer que sus vidas podían cambiar gracias a sus esfuerzos. Algunos consiguieron integrarse en la sociedad pero a la gran mayoría el pasado les ganó la batalla. Como la ciudad les cierra sus puertas, siguen buscando constantemente su lugar. A menudo, a pesar de su tenacidad, apenas participan en la vida de la ciudad, nadie quiere verlos. Nadie los comprende, la gente solo espera no volvérselos a cruzar de nuevo…

Una invitación a un mundo desconocido

Estimado público, estos cuadros no pretenden ser fieles representaciones de los hechos. Sin lugar a dudas, constituyen un testimonio que permite hablar de lo intolerable, de la violencia; pero sobre todo, por sus colores, abren la puerta e invitan a descubrir un mundo ignorado lleno de seres rebosantes de humanidad que anhelan más amistad y amor.

  1. Barrio provisional (fr : cité de transit) : Para reducir el número de barrios de chabolas y permitir una adaptación de las familias francesas en situación de pobreza y a familias inmigrantes a las llamadas viviendas sociales «modernas», el Estado instituyó en 1970 los barrios provisionales. Estas viviendas pensadas para dar alojamiento temporal a familias mayoritariamente en situación de precariedad, se deterioraron rápidamente. Sin embargo, muchos de estos barrios perduraron, degradándose con ello las condiciones de vida de sus habitantes, que esperaron, la mayoría de ellos en vano, a ser realojados.