Brasil: Unirse por un desarrollo a escala humana

Mariana Guerra y Eduardo Simas, voluntarios permanente brasileños, comparten con su familia la vida sencilla de las personas del medio rural y se esfuerzan en establecer un vínculo con comunidades indígenas y del Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra1, con el objetivo de unirse y lograr que la lucha contra la pobreza avance.

Desde hace cinco años, Eduardo y Mariana, viven en Mirantão, un pueblo a 1100 metros de altura del Estado de Minas Gerais. Allí conocen a casi la totalidad de las cerca de mil personas que forman esta comunidad diseminada por la montaña. En su viejo vehículo, se cruzan con campesinas y campesinos a pie, ganaderos a caballo o ganado en libertad.
Como todos los equipos de ATD Cuarto Mundo tienen una preocupación activa por quienes viven en situación más grave de exclusión. Para ir al encuentro de todas estas personas, no dudan en recorrer largas distancias y asegurar una disponibilidad de escucha para cada persona.
En medio de esta vida compartida, Mariana y Eduardo desarrollan,  junto a las madres y padres de familia, la comunidad y las maestras de la pequeña escuela rural un proyecto para la mejora del proyecto educativo. Actualmente trabajan, entre otras cosas, para lograr una clase suplementaria en la escuela que evite que los niños de más de 11 años se vean obligados a ir a la ciudad más cercana, a más de una hora en autobús, para continuar su formación escolar.

Asimismo, Mariana y Eduardo participan en la vida comunitaria y contribuyen a los esfuerzos colectivos por el buen vivir. Recientemente, por ejemplo, unos y otros se unen para construir las paredes de adobe de una nueva vivienda para una familia. Adultos y niños mezclan la tierra, la tamizan, y después, a mano, lanzan la tierra húmeda sobre la estructura de ramas trenzadas. Algunas mujeres han llevado la comida y, no muy lejos, cocinan. Ya no se trata de un trabajo, sino de una fiesta. Lo mismo ocurre cuando se reunen para sembrar, cuidar la plantación y cosechar colectivamente. Estos encuentros permiten trabajar la tierra, rescatar los saberes tradicionales y garantizar alimentos de buena calidad para sus familias; además, proporcionan momentos de profunda amistad, risas y paz.

Más allá de Mirantão, Eduardo y Mariana se unen a los esfuerzos de otras personas que trabajan por un mundo liberado de la miseria y favorecen la creación de lazos de conocimiento, amistad y colaboración. Así, se unen y acompañan al grupo de aliados de ATD Cuarto Mundo que desde hace doce años desarrolla proyectos, entre ellos una Biblioteca de Calle en la favela de Morro dos Anjos en la ciudad de Petrópolis, Estado de Río de Janeiro. Un poco más lejos, en el Estado de Bahía, Eduardo y Mariana se unen a la asociación Thydewá y la causa de las comunidades indígenas que se ven obligadas a defender las reservas naturales y los territorios cada vez más amenazados. Junto a los indígenas Pataxó Hãhãhãe, tejen lazos de solidaridad con una comunidad del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra que trabaja colectivamente la tierra en una producción que privilegia la diversificación de cultivos, la reforestación, las plantas medicinales, el café y el cacao.

  • «Es importante establecer una relación entre la población de Mirantão, el Movimiento Sin Tierra, las comunidades indígenas, y todas las personas que actúan en favor de un mundo más fraterno», destacan Mariana y Eduardo, «sus capacidades y dinamismo alientan la esperanza y abren nuevos caminos».

Vivir la atención y disponibilidad a las demás personas

Mariana y Eduardo expresan así su experiencia y descubrimientos a partir de su presencia en una comunidad rural de su país. Esta reflexión es un extracto de una entrevista publicada en francés en el Journal d´ATD Marzo de 2018.

Descubrimos ATD Cuarto Mundo en 2004 y después de una serie de experiencias con ATD Cuarto Mundo en Perú, Bolivia y Francia, regresamos de nuevo a nuestro país, a nuestras raíces ancestrales, para descubrir la realidad del medio rural.

Ahora vivimos en Vale da Prata, una pequeña comunidad con pequeñas explotaciones agrícolas en el distrito rural de Mirantão, a sesenta kilómetros de la ciudad de Resende, que cuenta con hospitales, bancos y supermercados. Parece que vivimos aislados… y sin embargo hay una profunda interacción con otras personas. Logramos salir de la lógica individualista, la lógica de la acumulación y de la escasez. Vivimos algo extraordinario en el mundo actual: una atención y disponibilidad a las demás personas, la capacidad de compartir, la lógica de la abundancia. Vivimos con personas que, en la práctica, forjan nuevas vías para preservar el planeta a partir de sus propias dificultades.

Aprendemos a vivir a un ritmo diferente en una economía que resiste y se reinventa. Esto tiene una impacto en diferentes dimensiones de nuestras vidas: la presencia de nuestros hijos en la escuela y nuestra participación con otras madres y padres por una educación de calidad para todos; la relación con la tierra y la producción agrícola; poner en valor los saberes tradicionales; la movilización colectiva y la participación comunitaria; el diálogo con los poderes públicos y otros movimientos; la espiritualidad. Esta espiritualidad nos acerca a grupos y comunidades étnicas como las comunidades indígenas Pataxó Hãhãhãe de Bahía.

Además de nuestro compromiso local, guardamos un estrecho vínculo con el grupo de personas comprometidas en Petrópolis y Morro dos Anjos, con la comunidad indígena de Bahía. De este modo, queremos ofrecer lo mejor de nosotros mismos en la construcción de una sociedad liberada de la miseria y de todo el sufrimiento y violencia que genera.