Vivo en un cementerio

Con motivo el Día Internacional de la Mujer, 8 de Marzo, desde el sitio web del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo nos gustaría invitar al mundo entero a pararse y escuchar a mujeres que desde su situación de extrema pobreza, desde su situación de defensoras de los derechos humanos, desde su situación de resistentes, alzan la voz y actúan en favor de su medio social, en favor de otras mujeres pobres como ellas, en favor de una sociedad libre de extrema pobreza.

Si estas mujeres paran, el mundo para.

Por David Meyer (EE.UU)

Escuché su intervención en 2005 en el sótano de un edificio en East Village, en la Ciudad de Nueva York. Mi mujer, que estaba realizando unas prácticas con el equipo local de ATD Cuarto Mundo, organizaba el evento y yo le había acompañado al ensayo. Las cerca de veinte sillas alineadas a lo largo del sótano estaban tímidamente ocupadas cuando comenzó la intervención y la lectura tranquila e informal de los discursos elaborados tras semanas de preparación. Al día siguiente los participantes se reunirían con Kofi Annan, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.

La intervención de la que conservo un mayor recuerdo empezaba de forma simple: «Vivo en un cementerio». La oradora era una mujer de Filipinas, de mediana edad, de cabello negro y ojos claros que escrutaban al público sin dudar a la hora de fijar la mirada en los ojos de cada persona. Mientras leía su discurso daba la apariencia humilde y delicada a un tiempo, daba la impresión de que estaba allí con un propósito determinado.

Era de Manila y vivía en una comunidad donde las personas carecen de vivienda formal y viven entre tumbas en uno de los cementerios de la ciudad. Bromeaba sobre el hecho de que sonaba muy espeluznante decir que vivía en un cementerio, pero su discurso se torno grave cuando dijo que la familia y la comunidad le habían pedido que viniera a la ONU para hablar en su nombre y compartir como es la vida en situación de extrema pobreza.

Cuando terminó su discurso regresó a su lugar y el siguiente orador comenzó, se prolongó así durante toda la velada, cada participante ensayaba su intervención y después se sentaba de nuevo tras unos cuantos aplausos. Cuando el ensayo termino, mi mujer y yo regresamos en tren a Brooklyn. La mujer filipina permanecía en mi mente y al día siguiente, mientras estaba frente a la pantalla de mi ordenador me preguntaba si su intervención habría terminado bien, si habría podido con ella marcar la diferencia. ¿Tendrían sus palabras la relevancia deseada?

Cuando llegó el fin de semana ella ya había regresado a su vida en el cementerio, yo estaba preparando las fiestas de Halloween y Kofi Annan estaba viajando a alguna parte del mundo para reunirse con líderes mundiales.

Unas pocas semanas más tarde vi la foto oficial de la ceremonia, todas esas caras sonrientes que había visto en el sótano dispuestas en torno a Kofi Annan. Entonces no me quedó la menor duda que la mujer de filipinas había logrado hacerse escuchar — se le podría ver agarrada del brazo de Kofi Annan de por vida en la foto. Al parecer se había mostrado tan determinada a la hora de garantizar que le iba a escuchar y a comprender que no le dejó ni un solo momento durante toda la celebración.

Por supuesto que la ONU no va a revisar su perspectiva de la pobreza en razón del discurso de una mujer que vive en un cementerio. Los cambios reales llevan tiempo y se producen paso a paso a lo largo de años. Pero si se producen los suficientes encuentros con personas lo bastante tenaces como para agarrar del brazo al Secretario General, la ONU cambiará. Ideas como «eliminar la extrema pobreza en un 50%», que es como abandonar a las personas en situación más grave de pobreza, a quienes viven en cementerios o basureros en todo el mundo, se han sustituido por el objetivo de «no dejar a nadie atrás».

Ese día de octubre de 2006 fue un paso más en este proceso de transformación, cuando uno de los hombres más importantes del mundo tomó algo de tiempo en su jornada laboral para encontrar a una persona que vive en un cementerio. Recuerdo su historia y recuerdo haberla encontrado, pero la verdad es que esta persona no es única, sino que hay una cantidad innombrable de personas que viven en las comunidades más empobrecidas y que se esfuerzan cada día por superar la pobreza, el hecho de brindarles la oportunidad de expresarse por sí mismos constituye un gran paso para erradicar la pobreza.

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Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia