Burkina Faso: un libro por semana en un barrio desfavorecido de Uagadugú

El 24 de enero, por primera vez, se celebra el Día Internacional de la Educación proclamado por las Naciones Unidas. Desde hace cerca de 40 años el Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo está presente en Burkina Faso. En este artículo Sylvain Lestien, voluntario permanente de ATD Cuarto Mundo, describe como llega cada semana al barrio de Naag Buuden, en la periferia de Uagadugú. Va pasando por cada casa y propone a las personas la lectura de un libro en familia o entre vecinos. Para muchas personas en situación de exclusión el acceso a los libros es un primer paso para la participación en otros programas educativos.

A primera hora de la mañana me instalo en el patio de Suzana-Ma situado en Naag Buuden, un barrio periférico de Uagadugú. Se trata de un patio abierto, muchas personas lo cruzan, y la animación discurre como si estuviéramos en un lugar público, con la diferencia de que aquí hay alguien que nos recibe. Después de un momento de animación en torno a un libro con Suzana-Ma y los niños me siento con algunos que no pueden ir a la escuela y les muestro algunas bases de lectura y de escritura. No utilizo para ello ningún material especial para que las familias vean que también pueden transmitir sus conocimientos escolares, incluso si solo han cursado el nivel más básico de primaria. Antes de marcharme le dejo el libro a Suzana-Ma. Las niñas y niños y algunas familias vienen cada día a consultarlo. Asimismo, me devuelve el libro de la semana pasada con el que me dirijo a la otra punta del barrio.

Empecé a venir hace dos años porque un niño que vivía en la calle, en el centro de la ciudad, nos trajo a conocer a su padre, que vivía en una situación muy grave de miseria. Ahora mi paseo por el barrio es como una especie de paseo ritual: en primer lugar me detengo con la señora Awa, que lee el libro a los niños. Después, camino por el barrio acompañado por alguna de estas niñas y niños, sobre todo con quienes pueden contar la historia con sus propias palabras a otras niñas y niños con quienes nos cruzamos en las calles.

La Sra. Awa toma un descanso en su trabajo para leer el libro a las niñas y niños que le rodean.

El libro como soporte cultural y relacional

La presencia en este barrio permite trabajar diversos objetivos. El libro con el que caminamos por el barrio es una herramienta, es una base de apoyo para el encuentro. Permite que las relaciones se establezcan no tanto en función de una promesa de acción, de encuestas, sino en base al interés común por la cultura. Adama, una adolescente que «guarda» uno de los libros cada semana, afirma:
«Es importante que vengas, a mí me gustan las historias, si un miércoles no vienes, lo echo en falta. En mi casa no hay libros. Lo que veo en los libros sobre los otros países me ayuda para las clases de nocturno. Este año no hay dinero y por eso voy a clase por las noches, pero solamente son dos horas por semana. Todos los días trabajo porque quiero conseguirlo, quiero ayudar a mi mamá para que el año que viene pueda pagar la escuela. Si consigo obtener el Bachillerato ya lo habré logrado, y después, podré formarme para ser comadrona».
La señora Corotim lee cada semana en primer lugar el libro ella sola antes de leérselo a los niños que se agrupan en torno a ella: «Me gustan mucho los libros. En mi casa no hay libros. En el barrio nadie tiene libros Ya ves, cuando leo los libros que traes me emociono». Cuando tiene el libro entre sus manos, la señora Koulsoum parece olvidar por unos minutos el barrio a su alrededor: «Los libros me ayudan a entender cosas, entiendo algunas palabras y además me aporta cosas. Es el encuentro con algo que nunca había visto. Además, la vida en Burkina no es como la vida en Francia o en Estados Unidos, entonces, también nos gusta ver esto. Tengo ganas de aprender cosas».

Las niñas y niños del barrio se reúnen y comparten su saber en torno a un libro.

Apenas nos cruzamos con hombres, todos han ido a la ciudad para buscar algo que les permita dar de comer a sus familias. Intento que las madres y las niñas y niños se reúnan en torno al libro sin que me necesiten. La mayoría no habla francés, entonces, quienes saben leer cuentan la historia a los demás en mooré. Los libros enciclopédicos son los más interesantes: cada persona comenta las ilustraciones y aporta su propia comprensión a los demás. Con frecuencia, hasta que las madres no se apropian y dominan el libro no toman tiempo para compartirlo con sus hijos.

  • De este modo, el libro es una oportunidad para el encuentro, una ocasión para hablar de su propio conocimiento, de sí mismas y de su historia.

A algunas madres les gusta leer el libro solas, ofreciéndose de este modo un tiempo para ellas mismas. Para la señora Corotim, una vecina: «A menudo las madres y los padres no hablan con sus hijos, todos están ocupados. Con el libro necesitamos reunirnos y hablarnos, cada persona quiere decir algo, es interesante».

Acompañado de niños y niñas, Sylvain recorre el barrio para proponer la lectura del libro a los niños con quienes se cruza.

Durante una de mis primeras visitas, hace dos años, encontré a Ba-Victor en una tienda del barrio. Me mostró dos pequeños libros infantiles que él tenía. Desde entonces, cada semana le dejo el libro que hemos mostrado mientras recorremos el barrio. Durante todo el día Ba-Victor repara ruedas de bicicletas y todo el mundo lo conoce. Así, quienes quieren volver a leer el libro, enseñárselo a un amigo, o también las niñas y niños que están escolarizados, y no han podido verlo por primera vez, pueden pasar a consultar el libro o llevarlo prestado. Nos dice:

  • «Los niños vienen, leen el libro, hacen preguntas y nosotros les explicamos. El hecho de leer los libros hace que surjan ideas, es muy importante. Los libros que prestáis son buenos libros, nos ofrecen la infancia del futuro».

En el barrio hay muchas personas entusiastas de los libros y ¡ya han visto más de 60 libros!