Anne Kayala, retrato de un compromiso

“Regalar tu tiempo es el verdadero compromiso”

Soy costurera y profesora en una guardería. Somos tres personas trabajando en la escuela, y a pesar de que cada uno da clase a un curso diferente, compartimos el mismo espacio. A principio de año contábamos con 180 alumnos, sin embargo, el número de estudiantes ha ido disminuyendo debido a los problemas socio-económicos a los que se tenía que enfrentar nuestro país.

Pasamos una gran cantidad de tiempo con los padres o hablando sobre cómo pagar la escuela o escuchando sus problemas, yo intento llevarme bien con todos.

Además de trabajar como costurera y profesora, también formo parte de un grupo llamado “Community Relay”, en el cual intentamos concienciar a nuestros vecinos y vecinas de que es necesario mantener la higiene y que acudir al hospital cuando se está enfermo es muy importante. También les aconsejamos sobre asuntos relacionados con la salud y la planificación familiar.

Hablar y pasar tiempo con mis vecinos, desde los ancianos hasta los jóvenes o los niños, me hace sentir libre. Los miembros de mi comunidad me llaman “Da mkubwa”, que significa “Hermana mayor”. Pienso que me llaman eso porque intento ser amiga de todo el mundo.

De hecho, de vez en cuando mi padre me pregunta:» ¿Eres ya la jefa del barrio o aún no? » Yo contesto  que es más como si me hubiera convertido en la jefa del distrito de la gente pobre.

En mi barrio hay un hombre mayor al que nadie se acerca, pero yo sí lo hago. Muchos vecinos se aprovechan de su avanzada edad y de que no tiene dinero y dañan su pequeño terreno. Saco tiempo para hablar con él porque alguien de mi familia, o incluso yo, nos podríamos encontrar en una situación así algún día, y a mí me gustaría poder tener algún amigo. A decir verdad, le veo como si fuera mi padre o mi marido y él me ve como su hija o hermana.

Recuerdo que un día estaba pidiendo ayuda cuando un vecino intentaba quitarle algo, cuando me acerqué para ayudar, el hombre me dijo que el pobre señor no era una persona normal y que no necesitaba mi ayuda. En ese momento supe que tenía que hacer algo, no podía irme y dejarlo pasar, y esa es la razón por la que invité a mi vecino a hablar, para que fuese escuchado.

Finalmente pudimos solucionar el asunto sin ningún problema y encontrar una solución. A pesar de que la solución iba dirigida a los dos hombres en concreto, también todas las personas de la zona lo pusieron en práctica.

Tanto en el trabajo de costurera, de profesora de guardería y de “hermana mayor” ha sido necesario adoptar un compromiso. Paso las tardes de los martes y jueves con el grupo de niños Tapori, y cada sábado voy a ayudar en la biblioteca en la montaña. Ofrezco mi ayuda sin importar si llueve o si hace sol; para mí el compromiso se traduce en tiempo. No tengo mucho dinero, pero lo que sí que tengo es tiempo, y es justo lo que ofrezco. Primero debemos ofrecer nuestro tiempo y ya habrá tiempo de descansar.